en la Panaderia
Panaderia
 
Miércoles - 10.15 - 1 dependiente, 0 cliente.
Renault Clio (2008) gris oscuro se estaciona, aproximándose contramano desde 50 metros, con la puerta del conductor del lado de la vereda. Se abre la otra puerta con una señora medianamente elegante en el momento preciso que un ómnibus de 4 toneladas -más pasajeros- pasa a su lado.
Antes o después, ni un triste perro callejero.
Un perrito del tamaño y forma de un felpudo ladra chillona e insistentemente. El marido-chofer con cara de tener los huevos por el piso se lo pasa por la ventanilla. La correa roja se engancha inexplicablemente en lo redondo del volante y el perro gime lastimosamente. El felpudo-perro de 40 centímetros camina arrasatrando la tira de 140 cm.
Antes de entrar subiendo los cinco escalones de 1 felpudo-perro de altura de alto la señora observa la prohibición del ingreso con animales ni el torso desnudo. Se abrocha un botón más de la blusa y levanta al perro.
Una vez adentro y señalando con la punta del perro, dijo:
- Hola. Quiero 1/4 de esas facturitas y haceme 1/2 de bizcocho hojaldrado-.
La dependiente le recordó la prohibición de entrar con animales mientras se disponia a surtir la mercaderia solicitada.
A ello la señora respondió:
- Ay, si. Pero lo tengo alzado, ¿ves?-. Agarró y mostró la correa que llegaba al piso.- Además, no hay nadie, así que no te hagás mucho problema, que no se van a enterar. Ojos que no ven...-
A los 10 segundos escasos entró el autor de la presente que habia visto parte de los acontecimientos a través de los dos ventanales de inmaculado vidrio.
- Que no tengan mucho chocolate- pidió la señora.
"¿Cuánto es poco chocolate en un glaseado que chorrea por los bordes?" se preguntó el autor.
No conforme con eso, la señora puso a prueba las artes adivinatorias de la despachante. Señalando, con la mano libre nuevamente, unas galletitas indiscutiblemente oscuras, preguntó:
- ¿Éstas son de vainilla?.-
La muchacha, que no ve a través de la madera, pero sí observó los ojos de la señora le replicó:
- No. Esas son de chocolate y de chocolate con miel y avena.-
- ¿Cuánto cuesta?- preguntó mirando su billete de $20 y haciendo un cálculo estimado con la compra de $15.
- 7,50 el cuarto, las de miel y 9, las de chocolate.-
- Hm... bueno. Haceme 5 de las de miel.-
Cosa esta última que los tres (y sospecho que hasta el perro) ya sabiamos que iba a pedirlo así. Pero ella tenia que preguntar el precio.
El desenlace de este acto de circo casi estuvo dado por el hecho de no saber que hacer con el felpudo-perro cuando le entregaron la bolsa con lo solicitado.
Uno entrega el dinero con una mano y la otra recibe la bolsa, ¿si?.
Bien. La selora, como la mayoria de las personas, no tiene más que un par de brazos, con una mano en cada uno. La batea, mostrador o exhibidor tiene los bocadillos dulces adentro, a cubierto y los salados encima distinguidamente cubiertos con un paño. Al medio, una balanza electrónica con números grandes, con lo que resulta descubierto (totalmente) el espacio equivalente a dos pizzas.
Por el exhibidor trasero (un estantero con espejos) se veian los ojos de la señora buscando un lugar donde dejar el felpudo-perro.
Por último se decidió a hacer unos pasos hacia afuera y tirar (literalmente) el perro.
... Justo a los pies de otra señora de la misma calaña que iba entrando.
Luego, quien escribe compró 1/4 de galletitas de chocolate que iban a acompañar 1 kilo de yogur bebible de frutillas (endulzado con pulpa) en un viaje al interior mientras reflexionaba sobre los hechos. Poniéndolos seguramente por escrito.

Queseria

En la queseria a la que fui a comprar el yogur (de una cooperativa tambera de la región) habia algunas personas. Luego de sacar un turno para ser atendido, del rollo de numeritos, llamé la atención por apurado. En vez de bajar un par de centímetros la punta de papel y hacer el tirón seco hacia abajo lo hice en el mismo sentido en que iba saliendo.
Obtuve el 038, 039, 040... 055, 057... y el 062. Todo esto por un mísero kilo de yogur.
¡Pero no fui el único que dio la nota!.
Un señor mayor que estaba siendo atendido por uno de los dueños pregunta si la leche es fresca; a lo que el despachante le dice, haciéndose el pícaro, que acababa de irse la vaca. Ocurrencia que coincidia con la salida del local de una muchacha... entradita en carnes.
Silencio sepulcral hasta después que yo me fui.
 
 
100 % Diego
[2012-10-06]
 
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