Visitas Inesperadas

2015.08.17

Visitas inesperadas

¿Cómo comenzó esto?.

Ya recuerdo. Fue en una de las visitas a mis padres, en su casa, luego de buscar a una de mis hermanas para llegar juntos. De la nada -porque no vi justificativo- llegó a media mañana una exnovia mia. El comportamiento de todos -incluyéndome, en una versión muy nerviosa- fue como el del trato cordial y ameno hacia un vecino muy estimado. También muy querido pudiera decirse.

Volvió, a la noche. Siguió el buen trato. Incluso de mis padres, que entre sí no se hablan más que lo necesario por condiciones de convivencia.

Jorgelina, mi exnovia, apenas sabía de la existencia de la mitad de mis hermanos y ni pizca de idea sobre el nombre de mis padres.

Me escabullí hacia el baño, intentando idear un comportamiento diplomático, siendo que yo ya queria ir al baño; pero pareció que "justo me levanté" cuando mi ex llegó con una amiga suya, a quien apenas recuerdo.

A su amiga (¿Eufrasia?, ¿Eulogia?) también la trataron con mucha familiaridad.

Han venido a ver la nueva serie de ficción, intriga y -tal vez más adelante- terror. ¿Acaso mis progenitores sean los únicos en el barrio que tienen televisor?.

Hace un mes les traje a mis padres un tv grande para que tuvieran "cine en casa". A mi madre le gustaba ir a la mía para ver las películas de antes en una tv exageradamente grande. Lo admito: la tele es mi vicio.

Ahora tienen dos, una en la salita de costura y otra en el recibidor-comedor. La chica y la nueva respectivamente. Con mi hermano menor, mi mamá mira lo mismo que nosotros en la otra habitación. ¿No se acostumbra al pequeño lujo?.

Volviendo a lo del baño, la amiga de mi ex me habia visto escapar. Porque en el momento pareció que me hubiera escapado, como les contaba, ya que mis ganas de orinar no se interrumpieron por la llegada de esta gente.

Tenia que hacer "ruido de maniobras".

Tenia que salir.

Tenia que crear un comentario que no fuese escatológico, pero breve e informativo.

Tenia que excusarme porque suponia que debia hacerlo.

Excusarme de una manera que se parece a una encarecida disculpa.

- Soy un ser humano que, como otros, tiene que ir al baño para hacer cosas chanchas, al azar en el tiempo y en las reacciones fisiológicas.-

Suena muy de estirado, de brígido e intelectualoide. No me conviene.

Pasados unos minutos estuve en peor posición intelectual que el inodoro. Yo fui expresamente a asustarlo y terminé con otra cosa en mis manos.

En ese momento quise poder hacer como esas personas que tienen la disciplina estricta de mover los intestinos a las 10.15, las 15.30 y las 21.00; excepto domingos y feriados, porque suelen participar en eventos sociales infaltables, haciendo pis sólamente al volver a sus domicilios.

Debia salir del ñoba. El pasillo para llegar a la sala es larguito, pero no tiene kilómetros suficientes como para darme más tiempo. Recorrerlo me insume 5 segundos; si simulo que me ato un cordón obtendria 15 segundos más. ¿Los dos cordones?. Sería sospechoso, más si tengo ojotas. Las mujeres pueden crear una novela de 325 páginas con una referencia de diez palabras sueltas, una ceja desprolija o una arruga en la manga.

Yo les di servida una situación vergonzante en un momento tenso para mí. Salí, no hubo otra opción.

Mi hermana mayor estaba dialogando con las dos recién llegadas. A mi exnovia la conoce por haberla cruzado algunas veces en el templo y en un par de actividades sociales. ¿Se vieron cinco veces?. ¿Diez, en total?.

LLegué y nadie me preguntó cosa alguna.

Dejé que se muriera la oportunidad, pasé mirando como si ese fuera un dia común y silvestre. Como si fuese habitual. Como si mis hermanos y yo fuéramos todos los dias, a cualquier hora. Y Jorgelina también, según las apariencias.

Nos ubicamos para ver la tele.

¡¿ Jorgelina tiene que acomodarse en una reposera como la mía?!. ¡¿Al lado -pegado- de mí?!.

Hace casi dos años que ella terminó la relación.

La amiga fue a la salita para ver con mi mamá y mi hermano la misma serie en el mismo momento.

- Si cambiamos estos sillones por unas sillas comunes, la acomodamos acá, con nosotros-, le dije a Jorgelina.

- Ya nos acomodamos. Dejalo así-, me replicó mientras me miraba con ternura y se acomodaba en la poltrona con una mantilla tejida, grande, como las elegia cuando iba a ponerse mimosa al mirar una película o el atardecer. Al lado mío. Justito a mi derecha.

Todo esto me hizo acordar de las películas -de entretenimiento- que tienen extraterrestres agresivos. Vienen de un lugar lejano (¡lejísimo!) para invadir un cascote que orbita cerca de una estrella "de medio pelo".

- ¿Dónde está ese planeta?-, preguntaria el extranjero sideral.

- Cerca de una estrella chiquita, entre un planeta rojo terracota que llaman Marte y uno rosa intenso que llaman Venus-, le responderá algún asistente.

- ¿Una estrella menor?-, dice el primero.

- Chiquitesimal. Aunque te la señale, no la encontrás, no la vez así nomás. Unos gurises la encontraron casualmente, boludeando con mis herramientas de investigación-, le contesta el segundo.

- Bueno. Mandale una flota de 14000 dispositivos ultragalácticos, 800000 peleadores (o algo así), 500 doctores de toda cultura y no te fijés en gastos; hacé de cuenta que la guita es tuya, macho.-

Pues así lo veia yo. La misma situación lógica, normal. Como la motivación de Jorgelina para visitarnos. Muy casual y espontánea.

 
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