Caminando

2009 – agosto - 06

 

Caminando en la noche.

 

Caia la tarde, agonizaba rápidamente como lo hacen las demás en invierno. Estuve de visita por la casa de Rocio della Nocce, con un frio que atenazaba los dedos y me los dejaba como garfios.

Me ofreció un mate caliente, unas medialunas tibias, en un ambiente templado, con el diario fresco de la tarde.

Luego me agitó con esa voz que podria hacer salir a los barcos de la bruma. Con una conversación que haria avergonzar a las hienas; preñada de sexo, manoseada por morbo y manipulada con un lujurioso chismorreo.

Un verborrágico duo de horas con sucesión de cuentos ajenos.

Más tarde decido volver caminando a mi casa viendo creciente la luna a través del encaje de las ramas desnudas de los árboles.

Observando, escudriñando, analizando a mis conciudadanos.

Vereda: 6 metros.

Hora: 22 y minutos.

Temperatura: 10 grados.

Sacar basura: 0 ganas.

Asoma un brazo a través de una reja. Posee una bolsa con infame contenido. La menea fatídicamente hacia la calle...

La muy puta cae y rueda justo hasta la sombra del tronco del único árbol que la ataja a la luz pública y la vista de los basureros del camión de la noche.

A la mano misteriosa se le suma una nariz, una exclamación obscena y brusca. Frustrada luego.

Resignación notoria.

Tuvo que salir nomás y acomodarla 25 centímetros más allá.

Finalmente llego a mi fiel morada, la que aún se ruboriza al tenerme adentro. Me desnudo y penetro en la cama.

Para dormir bien tomo un par de frazadas y me las aplico rústicamente sobre el cuerpo, en dosis simples cada una.

Buena noche para mí.

 

100 % Diego

 
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