Reacciones

03 de abril en 2011

 

Reacciones

 

Uno va caminando con una de esas criaturitas de Dios y de pronto se oye su vocecita bastante detrás nuestro.

¡Uy!. ¿Qué pasó?. ¿Empecé por el medio?.

Vayamos al origen de esto.

Resulta que estaba en la Biblioteca Popular de Paraná y vi un cuadro que mostraba a Cristóbal Colón pisando playa. Y eso me recordó algo de la niñez.

Paso a detallar la situación:

Uno va caminando despacito, suavemente, vamos en cámara lenta con un hijo, un sobrino, un vecinito, un etc.

De repente y porque es muy interesante el gurrumín se para como muñequito ya sin cuerda y levantando una tapita de Coca Cola nos pregunta seriamente: ¿Por qué le dicen color rojo?.

Uno, que ya iba engañándose con que el gurrumín no nos haria detener por quincoagésima vez tiene 3 posibles reacciones.

Primera opción.

Aprovechando el impulso con el pie que está ya en el aire, listo a dar el paso completo y seguir caminando, gira 180º, mira como suplicando al niño que pone toooda su atención aun en la tapita e intenta responder la cuestión; aprovechando para usarla de excusa, razón, motivo o lo que sea necesario para que siga caminando. Un ejemplo: "No sé muy bien eso, ¿vamos a casa y lo buscamos en la enciclopedia de papá?".

En la segunda opción, terminamos de dar el paso y bajamos la cabeza (y el ánimo y las ganas y todo) apoyando el mentón sobre el pecho. Después respiramos hondo y antes de contestar cualquier cosa pensamos que la compañía Coca Cola ha llegado lejos. Muy lejos. ¡Hasta la misma... !

Y allí querriamos mandarla, precisamente.

Tercera opción.

También aquí terminamos de dar el paso y (como Colón) abrimos levemente los brazos, hastiados como él, mirando hacia la cima del monte Olimpo decimos: Buda... que lo barió. Qué largón se me hizo el viaje.

Hablaba así porque ya estaba medio embrutecido del calor de la zona. Si miran con atención (o recuerdan), el tipo tenia puesto un capote largo, ancho y grueso. Que no es lo más razonable para mediados de octubre en zona "caribeña".

Tal vez de ahí la cara que puso mientras lo pintaban.

Sumado a ese abrigo, un tricornio de fieltro. Cosa habitual en los marinos eso de tener la cabeza con tricornio. Y ultramarinos, más aun.

 

Dedicado a mi mamá. Que además de legarme su humor, me tuvo una paciencia suprema.

 

100 % Diego


 
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