La Linea

10 de junio en 2011

 

Conservando la Línea

 

Las 4 de la mañana.

Me levanté y luego acomodé las cosas para ir a pescar. Esa vez sería a matar o morir. No compraria pescado en el puerto. ¡No señor!. Está demasiado "limpio".

También pudiera haber comprado unas conservas (de latón) con jurel o pejerrey en aceite o salmuera, pero está tan procesado que sólo leyendo la etiqueta se sabe que pescado es. Y la sardina es un animal de mar, de océano, no del rio Paraná; no es un animal muy grande tampoco, un tanto chico para lucirlo.

Entonces me puse a revisar si llevaba las cosas que necesitaria.

Porque si voy a las barrancas del norte, tengo 25 metros hasta tocar agua, allá abajo.

Si elijo Las Piedras, en los anegadizos del sur, serian 75 metros hacia adentro; buscando profundidad mínima del agua (50 cm.). Parado sobre barro duro, lejos del barro blando; evitando el barro con arcilla, en el que te hundís hasta la rodilla y sacás el pie con la media nomás. Y el pantalón, si lo agarrás bien fuerte.

Para ubicarme en el puerto, al este de la Costanera, necesitaria un par de rollos de sedal, por los enganches con diversos objetos sumergidos. Es impensable que el hilo se enrede enrollándose a un pilote del muelle en el que estamos parados, pero ocurre. Aun con el agua de todo un rio cursando en un solo sentido.

De ir al Club de Pescadores, al oeste de la Costanera, con su fondo hacia la orilla del rio, llevaria carnada para compartir. Porque cañas, anzuelos y líneas tienen suficiente como para complacer al más exigente y caprichoso. Y tienen, claro está, 742 consejos, sugerencias y opiniones; pero no tienen (ni moscas) para encarnar anzuelo.

Y si fuese al Yatch Club, al lado del túnel subfluvial, deberia llevar pan, vino, servilletas y vasos para los ¡infaltables! miembros que se acercan para ver y opinar de la situación mundial. Y tenés que convidarlos con algo o te invitan a irte.

Ya cuando el sol se fue poniendo sobre Santa Fe, formando un hermoso paisaje sobre este rio color barro con marco anaranjado intenso y con todos los verdes en esta tierra que me rodea y me contiene, pensé que era hora de regresar.

A la vuelta, uno huele a rio. Más bien a Mato Grosso.

La ropa dura. El pelo como nido de caranchos. Manos con 12 tajos y pinchaduras. Pies mojados... hasta medio muslo.

Para volver en transporte público uno debe ser loco o temerario. Lo valeroso no quita lo oloroso. Ni lo disimula.

En colectivo (u ómnibus) se plantea un problema doble: la cantidad de bultos y el sentido del olfato. Esos vehículos no tienen suficientes ventanas. Uno siente que lo odian repulsivamente y los otros lo sienten a uno.

En taxi o remís, sólo si fuese nuestro. Ningún chofer está tan pobre que dejaria subir algo con nuestra apariencia. Ni el precio del viaje ni la propina serán como el costo del servicio de limpieza. No sube nadie más después de uno. Ni los ladrones de auto.

Y si fuese en mi auto particular, deberia prepararlo como para cometer un crimen.

"Embolsar" todos los asientos, como si fuera a transportar niños comiendo golosinas baratas.

"Tapizar" con vinilo (unos 6 rollos de film) las puertas, el techo y el tablero; porque uno no se cambia de asiento, pero el olor de uno si.

"Alfombrar" el piso con bolsas para la basura.

Y "forrar" el interior del baul del coche, excepto que fuera camioneta de carga abierta.

Ya en la casa se presentó el desafio de entrar, pasar y salir hacia el lavadero o el patio del fondo.

Si uno es casado, mejor olvida el "freezer". La cónyuge aprovechará la adaptación del automóvil para deshacerse de nuestro cadáver. Además de los pescaditos.

Siendo soltero, se pasa directamente a faenar la pesca del dia; imaginando obtener trozos despinados, en postas, pescado adobado y pescado relleno para la parrilla. No importa que uno no tenga churrasquera ni parrilla, uno imagina y basta.

Ahora bien, seamos realistas. Lo pescado, que parece al final cazado con machete, ¿cómo termina así, tan roto?. ¿Cómo fue que, al segundo pescadito, decidimos cortarlo en 4 partes y sacarle las vísceras con pedazos de carne?. ¿¡Tanto trabajo dan 5 pececitos!?.

Ya no le quedan ganas a uno de hacerlo a la parrilla. Mucho menos de construir previamente un asador.

¿Qué hacer con trozos que ni Darwin reconoceria que son de algún animal?.

¡Listo!. Salpimentados y marinados -con harina no más- los frito en grasa bovina. Todos arrugan la nariz por las tripas y otros desechos, pero después se prenden como náufragos. Todos afuera, con uno, cerquita de la olla vieja con grasa hirviente.

Terminadas las vituallas, otra vez te dejan solo. Ni siquiera se oye un "Che, ¿querés que te ayude con algo?".

Y uno limpia cenizas, hollín, grasa, espinas, tripas, escamas, huesitos... Todo incomprensiblemente mezclado.

Recién entonces el jefe, este proveedor de víveres, se baña dos veces (una para quedar limpio, otra para el olor) y se va a dormir. La panza llena y satisfecho el instinto cazador. A las 4 de la madrugada.

 

 

100% Diego

(26/junio/2011)

 

 
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