2015enFEBRERO

2015.02.03 Las 5 diferencias entre Grey y yo

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Las 5 diferencias entre Grey y yo

Por: Daniel Zalman

 

Ahora que están por estrenar la película del libro 50 sombras de Grey, muchas amigas me cuentan que reflota en ellas esa fantasia de encontrar, alguna vez, a un soltero parecido al personaje de la película.

No leí el libro, pero ellas me contaron como es ese personaje y lo que hace con una joven estudiante mojigata de la que parece enamorarse. También vi el tráiler y me alcanza para saber como es la historia, como se desarrolla y como termina (un gran defecto de los tráilers, que te cuentan toda la peli en un minuto).

A todas ustedes, chicas, tengo algo para decirles: no es tan difícil encontrar alguien así. Me refiero, claro, a las virtudes más intrínsecas de Christian Grey como ser humano. En cuanto a lo demás, admito que puede haber diferencias. No muchas. Detecté no más que cinco:

Ocupación. Grey es un joven millonario, dueño de una firma exitosa y su trabajo es estar sentado en una oficina espectacular, a la espera de jovencitas a las que seduce para saciar sus apetitos sexuales. Nos diferenciamos en todo esto, salvo en el último punto. Aunque mi oficina no es tan cómoda. Y no logro nunca las cosas que él logra.

Helicóptero. En sus citas, Grey traslada a las chicas en un helicóptero que maneja él mismo. Este detalle las vuelve locas. En mi caso, casi nunca logro llevarlas a mi casa. Y si por milagro sucede, lo que dura el viaje de él en helicóptero es lo que yo tardo esperando el bondi.

Debut. Grey debutó sexualmente a los 15 años con la amiga de su madre. Yo tuve que esperar bastante más y no recuerdo con quién pero si cuanto tuve que desembolsar.

Hábitos sexuales. Grey practica BDSM (disciplina, dominación, sumisión, sadismo y masoquismo). El término abarca un grupo de prácticas eróticas, que suelen denominarse “sexualidades no convencionales o alternativas”. Muchas mujeres se fascinan con esto y quedan prendadas del joven. Yo, en cambio, una vez intenté darle una palmadita en la nalga a una novia y casi termino preso por maltrato.

Contrato. Antes de intimar con cualquier mujer, Grey les hace firmar un contrato con varias condiciones, no sólo relacionadas con el sexo. En mi caso, casi siempre es al revés. Las mujeres me permiten estar cerca pero con miles de condiciones. Una de ellas suele ser la prohibición de tocarlas.

 

2015.02.18 Un excitante San Valentín

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Un excitante San Valentín

Por: Daniel Zalman

 

Dicen que San Valentín ya pasó de moda. Ese día los restaurantes y los hoteles por horas explotan de reservas, pero hay toda una movida por detrás, cada vez más visible, que incluye a los que no tienen pareja para celebrar.

Según un sondeo de la red social Taringa!, 61% de los latinoamericanos dijo que pasó San Valentín en soledad. Pese a ello, sólo el 18% afirmó que se sentia mal por estar solo.

Decididamente me incluyo en ese 61%, aunque no estoy tan seguro de pertenecer al otro 18%.

Por las dudas, el pasado 14 de febrero no hice nada. Me dediqué a ver que hacian mis contactos de Facebook (un programa súper) y a indagar si habia algún alma tan solitaria como la mía y tan necesitada de compañia -aunque fuera compañía ocasional-.

Mi vieja teoria de que tres “Me gusta” a un mismo post significan una solicitud de intimación, comenzó a desmoronarse. Aún con cinco “Me Gusta”. Y hasta con siete.

Sólo pude entablar chat con @juliad666, una mujer de treintaytantos con la que creí adivinar cierta afinidad. Íbamos bien. Fluian las palabras. Coincidimos en la inutilidad de San Valentín y en la inexplicable cursileria del consumo establecido ese día. Pensé incluso que habia alguna posibilidad de encontrarnos.

Se lo propuse.

Me dijo que no, que de ninguna manera, que juntarse ese día hubiera significado burlarse de su postura anticonsumo y de su rechazo ideológico a cualquier efeméride que refleje el mandato social de ejercer un sentimiento sólo porque así se decreta.

A la pucha, le dije. Ningún drama, le dije. Salgamos después de las 12 -le dije-, que ya será 15 de febrero.

Pero no volvió a contestarme.

Ese es el problema con las mujeres de convicciones tan fuertes. Les cuesta abrirse al amor.

 

2015.02.20 Verano, sudor y lágrimas

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Verano, sudor y lágrimas

Eso de que el calor es sexy es sólo para los que no empapan las camisas.

Por: Daniel Zalman

 

Puede que funcione en las películas, en las publicidades y en las series de TV. Ahí, si, aunque haga un calor que derrite hasta las medias, los tipos de buena contextura física beben mojitos, van de un lugar a otro muy frescos y hablan con mujeres sin que se les note una sola manchita de sudor en la camisa.

Pero en la vida real, las altas temperaturas no son tan benévolas.

Supongamos que, por una inédita alineación de planetas, uno tiene la oportunidad de entablar un diálogo con alguna chica a la que invitó a salir. Y supongamos que el lugar al que acudimos -un bar, por ejemplo- está sin aire acondicionado por un corte de luz.

Lo cuento porque me pasó hace poco. Ella era una amiga de una buena amiga, esta última empeñada en encontrarnos pareja a ambos. Por eso nos presentó.

Ya arranqué mal: odio ese tipo de citas, en las que dos personas se ven prácticamente obligadas a salir porque se conocieron ad hoc a través de un amigo y no tienen más alternativa que darle el gusto a ese amigo al menos una vez.

Así que allí estábamos con Sara -un nombre que por alguna razón me remite a abuelas-, tomando una cerveza, en un bar sin aire acondicionado.

Los primeros minutos zafé, me esforcé por ser simpático y coloqué mi mente en modo “tengo frío, no hace nada de calor”, a pesar de los 36 grados que marcaba el termómetro.

Pero, al rato, la concentración mental resultaba insuficiente: mi cuerpo empezó a vencer a mi mente. Por varios cuerpos, paradójicamente. Me caian gotones de la frente como si estuviera bajo la ducha.

Llegó un momento en el que pedí disculpas para ir al baño. Allí me mojé la cabeza y me sequé pero, cuando me acerqué a nuestra mesa, de nuevo estaba empapado. Mi chomba parecia la de esas chicas que participan en un concurso de remeras mojadas, sólo que lo que habia para ver debajo era mucho menos agradable y sensual.

- Disculpame- le dije a Sara-, me parece que no estoy muy bien.

- No te preocupes- me contestó con una sonrisa-, a mí me pasa lo mismo pero no te estás dando cuenta. Igual, me encantan los sudores.

Terminamos juntos esa noche. Muriéndonos de calor y bañados en sudor. Pero felices. Y, debo decir, Sara no tenia nada de abuela.

 

 
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