2014enMARZO

2014.03.06 Una cita en la red

TIPOS SUELTOS

Una cita en la red

Los problemas de salir con una chica adicta a Internet.

Por: Daniel Zalman

 

En la ciudad india de Pune, un juez le concedió el divorcio a una mujer porque su esposo no le permitia ver sus telenovelas favoritas. El magistrado estableció que hubo “crueldad” por parte del hombre. La pareja llevaba ocho años de matrimonio.

El ahora exmarido asegura que ella llegó a obsesionarse con muchos de estos programas y que por eso discutian constantemente.

Lo mismo pasa hoy con muchas parejas a partir de Facebook o Twitter. Algunos de los dos se pasa horas frente a la pantalla -o pantallita-, adicto a alguna de las redes sociales, con el consiguiente enojo y posterior discusión.

Me encantaria que esas cosas sucedieran, como en el caso del matrimonio indio, después de algunos años de relación. No en la primera cita, como me pasó. Habia acordado salir con la amiga de un amigo. No nos conocíamos. Al parecer venía muy predispuesta: vestia mini ajustada, blusita ídem, botas largas y olia bien además.

Entró al bar con una sonrisa enorme. Me acerqué muy rápido, me sorprendió lo linda que era.

Al parecer, a ella no le pasó lo mismo. Me vio y se le borró la sonrisa. Cruzamos tres palabras e inmediatamente se puso a mirar el teléfono. Escribia y leia, escribia y leia.

Pasamos así una hora, en la cual sólo levantó la mirada para decirle “gracias” al mozo que trajo la cerveza.

Al despedirse, solamente soltó un: “Disculpá, soy adicta a las redes sociales. No sos vos, soy yo”. Y se fue. No me dio tiempo a preguntarle dónde nos juntaremos la próxima vez. Y ahora no me atiende el teléfono. Se ve que su adicción la tiene muy ocupada.

Seguro que en cualquier momento me contesta.

 

2014.03.11 Adictas a la red

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Adictas a la red

Por: Daniel Zalman

 

En la ciudad india de Pune, un juez le concedió el divorcio a una mujer porque su esposo no le permitia ver sus telenovelas favoritas. El magistrado estableció que hubo “crueldad” por parte del hombre.

La pareja llevaba ocho años de matrimonios.

El ahora exmarido asegura que ella llegó a obsesionarse con muchos de estos programas y que por eso discutian constantemente.

Lo mismo pasa hoy con muchas parejas a partir de Facebook o Twitter. Algunos de los dos se pasa horas frente a la pantalla -o pantallita-, adicto a alguna de las redes sociales, con el consiguiente enojo y posterior discusión.

Me encantaria que esas cosas sucedieran, como en el caso del matrimonio indio, después de algunos años de relación. No en la primera cita, como me pasó.

Habia acordado salir con la amiga de un amigo. No nos conocíamos. Al parecer venía muy predispuesta: vestia mini ajustada, blusita ídem, botas largas y olia bien además.

Entró al bar con una sonrisa enorme. Me acerqué muy rápido, me sorprendió lo linda que era. 

Al parecer, a ella no le pasó lo mismo. Me vio y se le borró la sonrisa. Cruzamos tres palabras e inmediatamente se puso a mirar el teléfono. Escribia y leia, escribia y leia.

Pasamos así una hora, en la cual sólo levantó la mirada para decirle “gracias” al mozo que trajo la cerveza.

Al despedirse, solamente soltó un: “Disculpá, soy adicta a las redes sociales. No sos vos, soy yo”. Y se fue. No me dio tiempo a preguntarle dónde nos juntaremos la próxima vez. Y ahora no me atiende el teléfono. Se ve que su adicción la tiene muy ocupada.

 

2014.03.17 Alí y los 40 ladrones

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Alí y los 40 ladrones

Me hice el hacker comprando ropa por internet... y me topé con varios piratas.

Por: Daniel Zalman

 

Como expliqué antes, una de las misiones más difíciles para el recién separado es comprarse ropa. Se trata de una costumbre perdida para muchos hombres, si es que alguna vez la tuvimos.

Salvo los slips rojos que me sigue regalando mi mamá, a veces no sé qué hacer con el resto. Comprarse ropa requiere de múltiples requisitos y habilidades: tener el tiempo de recorrer negocios, elegir precios, no ponerse loco por el valor de un pantalón, probarse las prendas, molestar a las vendedoras si algo no nos queda bien la primera vez, decidir colores... una locura.

Pedro, un amigo especialista en informática, me cantó la justa: “¿Por qué no te comprás la ropa por Internet, en alguno de los sitios chinos que ofrecen de todo, baratísimo y fácil de elegir?”. Cuando me dijo que también te llega a tu domicilio, me terminó de convencer.

Anduve una media hora navegando en la web hasta que me decidí por Alíexpress. ¿El motivo?. No sé. Quizás los colores de la homepage. Vaya a saber.

Lo bueno es que cada prenda viene con 300 especificaciones: largo, ancho, diámetro, volumen, peso y no sé cuantas medidas más, incluyendo el color exacto en la paleta del Corel Draw.

Una papa, me dije. Hice dos pedidos desde entonces. Baratísimos. Aunque en el primero no me fue tan bien: habia elegido un pantalón, una malla, una campera y unas zapatillas para correr.

Me llegaron bien, al mes. Pero el pantalón me quedaba de bermuda, la malla era como para mi sobrino de 8 años, la campera me quedaba como si me hubiera abrigado con una carpa y las zapatillas estaban bien de largo pero me apretaban como si una trampa para osos me hubiera atrapado el pie.

Quise creer que no era Alíexpress, sino yo, que me habia apresurado al hacer el pedido, sin ver bien todas las especificaciones. Así que reincidí. Hice otro pedido.

Pasaron tres meses y en el medio llegaron las restricciones de Afip para compras por Internet. Mi pedido reposa en la Aduana. Para sacarlo tengo que pagar más o menos el doble de lo que la ropa me costaria en el shopping más caro de acá.

Por suerte mis viejos slips aguantan un tiempo más.

 

2014.03.31 Con “eso” en la cabeza

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Con “eso” en la cabeza

Se me hace arduo entablar relaciones virtuales. Nunca sé hasta dónde puedo llegar sin que se ofendan.

Por: Daniel Zalman

 

La mayoria de los estudios realizados en distintos paises acuerdan con una idea: las motivaciones para conocer gente a través de la web difieren entre varones y mujeres.

Mientras las mujeres buscan conseguir lazos de amistad, los hombres... ya se sabe lo que buscan.

A ellas les interesa conversar, conocer gente distinta, compartir experiencias, ampliar su campo de intereses. Ellos buscan, especialmente, la posibilidad de conseguir un encuentro sexual sin compromiso.

Por supuesto que hay excepciones... Aunque seguramente yo no soy una de ellas. Tampoco conozco todavia a alguna mujer que lo sea.

Por eso se me hace tan arduo entablar relaciones virtuales. Nunca sé hasta donde puedo llegar sin que se ofendan.

Es que los emoticones, por ejemplo, me confunden. Para mí, una carita sonriente es una invitación a revolcarse en la cama del motel equidistante entre ambos domicilios.

Una carita que guiña un ojo, en cambio, invita a lo mismo pero durante todo un fin de semana. 

Y si la frase ya viene acompañada del pequeño rostro que tira un beso, está todo dicho: nos están pidiendo sexo salvaje e ininterrumpido. Y aunque difícilmente seamos capaces de satisfacer cualquiera de esas dos acciones, haremos el intento.

El problema es que muchas de ellas no lo ven así y creen que el emoticón que sonrie es una muestra de afabilidad que no implica ningún compromiso sexual o de otro tipo.

¿Será por eso que, después de esos diálogos, paso a que me bloqueen automáticamente?.

Ellas se lo pierden.

 

 
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