2014enABRIL

2014.04.10 El desamor del otoño

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El desamor del otoño

Una estación queo no es buena para el romance.

Por: Daniel Zalman

 

Se acabó el verano y con él, algunos de los factores que ayudan a asociar este época del año con la mayor predisposición a dar rienda suelta al deseo sexual.

Dicen que, además de ser una estación propicia por la sensación vacacional, hay también factores orgánicos como la serotonina y la endorfina, hormonas asociadas a la producción de placer y que, al parecer, se estimulan con la luminosidad veraniega, entre otras cosas.

Algo de todo esto tiene que ver con la historia de Miriam, la mujer que conocí hace un mes en la web. Mientras no le mandé mi foto, todo funcionó a la perfección. Cuando se la mandé, noté un enfriamiento que asocié en ese momento al envio de mi imagen. Sin embargo, la relación siguió. Seguramente porque ella tampoco era Scarlett Johansson.

Como fuera, el intercambio virtual llevó a una cosa, esa cosa a otra cosa y al final aceptó vernos en un bar.

Todo iba sobre rieles, hasta que llegó el momento de inferir hasta donde podíamos encarar la relación y hasta donde podíamos hacerlo ese día.

No sé si fue mi falta de sutileza (solamente le pregunté cómo reaccionaria cuando la llevara de vuelta a su casa si, por casualidad, pasábamos por un motel por horas) o si algún malestar la aquejaba (aunque no dio muestras de ello). Lo cierto es que se ofendió y dijo que no queria verme nunca más.

Al otro día me di cuenta de lo que habia sucedido y cual era la verdadera razón: la cita habia sido el 21 de marzo y mi propuesta de intimar ocurrió después de la medianoche. ¡Cuando ya era otoño!. Perdí mi oportunidad por minutos, por no haber sido previsor. Si nos juntábamos un rato antes, todavia estaríamos en ese hotel.

Habrá que esperar unos nueve meses para intentarlo de nuevo. Aunque quizá no tanto: dicen que en la primavera la endorfina también se agita.

 

2014.04.14 Manual de uso del recién separado

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Manual de uso del recién separado

Libros que te explican cómo es tu nueva vida.

Por: Daniel Zalman

 

Ahora que las separaciones y los divorcios son moneda corriente –alrededor de la mitad de los adultos están solos–, pululan distintas guías y manuales que intentan ayudar a hacerle más fácil la vida a los que comienzan esta nueva vida, tras años de convivencia.

Por supuesto: cada experiencia es única, pero algo pueden aportar los que han pasado por eso –o tratan esos casos- y tuvieron ganas de compilarlo. Uno de estos libros es Ahora que me voy de casa, de Ibo Marché, quien propone una serie de consejos básicos, que muchos autores comparten:

Esperar. Recomienda no formar una nueva pareja inmediatamente después de la separación. Esto es porque conviene aprender a estar solo y a organizarse. Por suerte, en mi caso no debió mediar ningún esfuerzo para cumplir el primer objetivo, a pesar de que es el que menos me interesa cumplir. Y en cuanto a organizarse, ya soy de capaz de retirar y transportar la ropa del lavadero automático sin que en el camino se me caiga ninguna media.

Conocer gente. Aconsejan no aislarse, conocer gente distinta e incorporarse a grupos que no sean exclusivamente de hombres. Esto es un verdadero problema: mi núcleo social siguen siendo los mismos amigos de mi adolescencia que propiciaron casi todos mis errores de vida. Intenté acoplarme a otros grupos, pero a ninguno de estos les interesó que lo hiciera. Mi único amigo nuevo es el peluquero gay de la esquina y sospecho que él quiere más que una amistad.

Fijarse objetivos. Esto se refiere a retomar proyectos postergados, practicar algún deporte o aprender un idioma. El problema es que las 10 horas diarias de trabajo necesario para pagar la cuota alimentaria y terminar zafando a fin de mes no dejan mucho tiempo libre para eso. Al final de la jornada laboral, lo único que quiero es tirarme en el sillón con una cerveza y ver Los Simpson. Para colmo, aún ni pude comprar el sillón.

Vivienda propia. Tener un lugar estable para vivir, pero que no esté cerca de la casa anterior, para evitar pasar por los mismos lugares y ver las mismas personas. Todo bien con este punto, pero la cosa se complica cuando hay hijos y en una misma tarde hay que buscarlos y llevarlos a un cumpleaños, a karate, a comprarse sandalias, a inglés y a buscar el cuaderno de un compañero.

 

2014.04.23 Solos, así en la red como en casa

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Solos, así en la red como en casa

Con los años, nos vamos poniendo más intolerantes.

Por: Daniel Zalman

 

Ya conté de sobra lo escaso de tacto que ando para relacionarme con el sexo opuesto, en especial a través de las redes.

Meto la pata con frecuencia. Interpreto, por ejemplo, que todos los emoticones que me envian las mujeres tienen que ver con una invitación a tener sexo.

Pero fuera de eso -que tiene que ver con algún problemilla que acarreo desde la adolescencia- lo otro que pasa es que estoy volviéndome cada vez menos tolerante.

No soporto que me escriban mensajes en los que me hacen alguna observación. Pienso que son todos reproches.

No aguanto que me envien solicitudes de ayuda. Se me hace que son todos mangueos.

No me gusta que me inviten a reuniones masivas: pienso que lo hacen porque no quieren ir solos.

No tolero que me saluden por mi cumpleaños: no los voy a invitar a ningún festejo.

Hubo un episodio que me hizo ver la realidad: vino al departamento una amiga y nos sentamos a charlar en el living. Lo primero que me molestó fue que ocupara el lugar del sofá en el que siempre me siento yo. Después, cuando intenté prender el televisor para ver Los Simpsons –capítulo estreno– ella me lo reprochó:

- Nunca nos vemos y una vez que te visito prendés la tele… Así, te vas a quedar sin amigos.

Intenté argumentar en contra de esa afirmación, pero no encontré muchas variantes. Queria ver Los Simpsons.

Cuando ella se fue, comencé a pensar que vivir solo nos vuelve más intolerantes, hoscos y odiosos. Más tiempo pasa sin estar en pareja, más nos acostumbramos a ser seres asociales. Así en las redes como en la vida real.

Mientras sigan los capítulos estreno de Los Simpsons, no hay problema.

 

2014.04.29 Se viene la lista del divorcio

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Se viene la lista del divorcio

Una buena idea que arrasa en Europa.

Por: Daniel Zalman

 

En algunos paises en donde las separaciones son moneda corriente desde hace mucho tiempo, comienza a extenderse una costumbre interesante: hacer regalos cuando un amigo se separa.

Por supuesto, el que más liga es quien debe irse de su ex casa y se muda solo. Y aprovechando la movida, los almacenes británicos Debenhams lanzaron una iniciativa novedosa: las listas de divorcios.

Lo hicieron a partir de un estudio que les mostró las dificultades económicas que debe enfrentar un recién separado. También descubrieron que la mayoria de las parejas termina su relación a comienzo del año. Y a esa temporada enfocaron su iniciativa. La idea tuvo éxito: en las listas hay anotadas sartenes, ollas, vasos, sábanas, cubiertos y toallas, hasta televisores, calefactores o colchones.

Si al separarme hubiera existido algo semejante, no hubiera tenido que revolver el café con tenedor los primeros días, ni hubiera tenido que tomar la sopa en plato playo, una habilidad que conseguí a fuerza de voluntad y que bien podria haberme granjeado un Guinness.

Aquí no se acostumbra mucho a hacer regalos, por varias razones. La primera es que la gente cree que la separación es un momento tan doloroso que no se puede dar un regalo como si se tratara de una celebración. Se equivocan. A veces sí se trata de una celebración. Pero aún cuando no lo sea, no hay nada más útil en ese momento que recibir un juego de tramontinas.

Todo muy lindo con la contención y el abrazo cálido, pero nadie se ofende si en vez de dos o tres de esos abrazos, se juegan con un set de repasadores o un especiero.

Como sea, no está nada mal la idea de hacer listas de divorcios en los mismos lugares en los que se hacen las de casamiento. Si yo tuviera que hacerla, pediria:

 

§     Frazada. La que tengo es regalo de mi mamá. Pero me la regaló cuando tenia 18 años y me fui de campamento.

§     Pelapapas. Ya estoy harto de cortarme los dedos por usar el cuchillo para pelar tubérculos.

§     Abrelatas. Cada vez que pego el golpe al cuchillo para abrir el primer hueco de la lata, el aceite del atún o el tomate de la caballa saltan hasta el cuello de mis camisas.

§     Empleada doméstica. Sería el mejor regalo del mundo. Más importante incluso que una novia.

 

 
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