2014enOCTUBRE

2014.10.09 El silencio virtual

TIPOS SUELTOS

El silencio virtual

Por: Daniel Zalman

 

Una de las principales problemas de los solos y solas (singles, para ser un poco más “cool”), es encontrar a alguien que quiera compartir un momento con uno.

La definición de “momento” es amplísima: va del encuentro casual y por única vez, hasta un período más o menos largo de tiempo durante el cual podria formarse eso que llaman “una relación”.

Como sea, esa situación ya ha sido motivo de numerosos comentarios en esta columna.

Sin embargo, hay algo aún más difícil de lograr una vez que eso ya sucedió: cómo decir que no queremos ver más a esa persona.

Algunos no tienen problemas con su sinceridad brutal, además son capaces de resolver el asunto con un simple “no te quiero ver más”. Varias mujeres lo han hecho conmigo y si bien el orgullo queda abollado por varios días, desde el punto de vista de ellas fue muy efectivo.

Pero a mí no me sale. No hay caso. Doy vueltas pero no me animo a decirles que ya fue, que cometí un error, que estaba muy borracho.

Hace dos semanas me pasó algo así en una fiesta de un amigo de un amigo de un amigo. Conocí a una chica amiga de una amiga de una amiga. Estaba todo muy oscuro por las luces bajas pero en especial por mi estado a esa hora de la noche. Sólo recuerdo que una mujer me sacó a bailar –era mujer, de eso estoy seguro- y que de repente terminamos en mi departamento.

Cuando nos despertamos ella se puso a hablar. A hablar y hablar.

Y no paraba de hablar.

No me dejaba meter ni un bocadillo sin interrumpirme para seguir hablando de ella y de sus cosas.

Francamente era insoportable.

Le dije que tenia mucho trabajo que hacer. Pero era domingo, no me creyó. Probé con que tenia que buscar a los chicos, la mejor excusa de un separado. Logré zafar.

El tema es que desde ese día no para de escribirme por WhatsApp. Incluso si mis respuestas son lacónicas o si tardo horas en contestarle, insiste como si fuéramos chicos que no sueltan el telefonito.

Ni siquiera mi silencio virtual logra disuadirla de seguir comunicándose.

No sé como decirle que no quiero saber nada más de ella sin ser descortés. Quizás eso no sea posible. Si hubiese tenido siempre la valentia de decir lo que pienso en un momento determinado, mi vida no hubiera pasado por carriles tan sinuosos. Pero no puedo. Confio en que ella sea la que se vaya dando cuenta de que no deseo estar con ella. Y, cuando eso suceda, voy a decirle “qué lástima que no funcionó”.

Creo que tengo un dejá vu.

 

2014.10.09 En brazos de una mujer fea

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En brazos de una mujer fea

Cosas que provoca la primavera.

Por: Daniel Zalman

 

Gracias a Dios, ya pasó el Día de la Primavera, esa jornada luctuosa en que los jóvenes intentan contener la explosión de sus hormonas y en la que todo es pasión, exaltación, exhibición.

Estaria todo más que bien con eso, si uno no quedara siempre afuera. Es que en el Día de la Primavera se pone en evidencia lo que ocurre el resto del año: por más exaltada que tenga sus hormonas una señorita, difícilmente quiera intimar con alguien que no la atrae. Y esa es, justamente, la historia de mi vida.

Así que el pasado 21 de septiembre hice lo que debia hacer: pagué.

Pagué el cubierto para una cena especial de solos y solas en un lujoso hotel de la ciudad. El precio de la tarjeta equivalia a un ojo de la cara, más medio codo y un cuarto de dedo.

Me senté en una mesa con dos amigos. Habia varias mesas con amigas solas. Dirigimos primero nuestra atención a una mesa de tres mujeres infartantes que parecian bailarinas de Tinelli.

Como era de esperar, ni siquiera nos miraron.

Bajamos las pretensiones y nos fijamos en una mesa de cuatro señoritas menos agraciadas, pero seguramente muy inteligentes y vivaces. Deben haber sido muy inteligentes, porque registraron nuestras intenciones sólo con mirarnos. Y tampoco nos dieron bolilla.

Al promediar la noche sólo quedaba una mesa de cuatro chicas mucho menos agraciadas que las anteriores, pero seguramente muy piolas y ávidas de placer. Habia una en especial que no sólo era menos agraciada que las anteriores, sino que hasta resultaba difícil encontrarle alguna gracia o virtud a su ser. Poseia una fealdad indescifrable.

Por suerte nosotros éramos tres y -mientras pensaba en eso- mis dos amigos, casi sin avisarme, se pusieron a charlar con dos de ese grupo, las convencieron y salieron a bailar.

Me apuré a sacar a bailar a la que sí se podia distinguir de un bacalao, pero un maldito me ganó de mano por segundos.

Quedé frente a la indescifrable. Ella empezó a insinuarse y mirarme con una lascivia vergonzante. Me hacía mohines y me sonreia. ¿Qué se creia esa mujer?. ¿Que yo soy un tipo tan fácil?. ¿Que no tengo una pizca de orgullo?.

Medité unos segundos. No era cuestión de desperdiciar tanta plata invertida en esa cena.

 

2014.10.22 Las seis reglas de la solteria

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Las seis reglas de la solteria

Dos años de divorcio te dejan enseñanzas.

Por: Daniel Zalman

 

Dos años de separado en un departamento de soltero brinda alguna experiencia. No toda sirve, ni es recomendable, pero incluso la peor parte puede servir para aprender. A lo largo de esta trayectoria descubrí las seis reglas básicas del soltero, indispensables para sobrevivir:

 

El inodoro no se arregla solo. Tras cinco meses de pérdida sostenida de agua y tres inundaciones de departamento, resulta que habia que llamar a un plomero. No intentemos arreglarlo nosotros: sólo empeoraremos las cosas y saldrá más caro el plomero.

 

El atún cansa. Al principio todo bien, porque una lata de atún salva cualquier cena, es nutritivo y no engorda. Pero al vigésimo día seguido de atún con tomate, atún con cebolla o atún con queso, la glotis experimenta una sensación de rechazo, se activa ante la cercania de esa carne y puede provocar el vómito. Es entonces cuando se debe pasar al delivery de pizza y lomito y así tener una dieta equilibrada.

 

La basura necesita salir del departamento. Después de 4 ó 5 días adentro de la cocina, por más envuelta que esté la basura, la muy escurridiza se las ingenia para largar olor. A lo largo del día uno se acostumbra. Pero al volver de noche, después de todo un día de trabajo, el aroma que escapa al abrir la puerta es peor que el aliento del ogro Shrek cuando se levanta.

 

La luz, el gas y el agua vencen. Salvo que uno esté adherido al débito automático para pagar los impuestos, hay que tener cuidado. El año pasado, la mayor parte de mi presupuesto se fue en reconexiones de servicios cortados por pago atrasado.

 

No comprar de más. Para un soltero, seis huevos equivalen a una provisión de meses. Antes de usarlos a todos, dos o tres ya se hicieron gallos. Lo mismo pasa con la manteca: si al sacarla de la heladera tiene un color amarillo cerveza, algo no anda bien.

 

Copias de llaves. Es la decisión más inteligente, teniendo en cuenta que la típica desorganización del recién separado implica la pérdida reiterada de llaves. El tema es que uno se da cuenta recién cuando está parado frente a la puerta del departamento y no tiene como entrar. Es clave la decisión de dónde guardar esas copias: no sirve de nada dejarlas adentro de la casa.

 

2014.10.23 Las 7 cosas que los solos no extrañan

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Las 7 cosas que los solos no extrañan

Aunque está lleno de excepciones, por lo general las sociedades se vuelven más abiertas y tolerantes a medida que pasa el tiempo.

Por: Daniel Zalman

 

Aunque está lleno de excepciones, por lo general las sociedades se vuelven más abiertas y tolerantes a medida que pasa el tiempo.

Sin embargo, hay cosas que no cambian: si uno pasó los 30 y no se casó, ya comienza a ser mirado como un solterón (mucho peor en el caso de las mujeres). Y si uno pasó los 40 y sigue solo, ya es visto con cierta lástima, porque carece de compañía para los momentos difíciles.

Para todos los que piensan así, aclaremos los tantos: estar solo puede ser muy reconfortante. La siguiente lista es apenas una muestra de las cosas que los solos definitivamente no extrañamos de nuestra vida en pareja.

1. El síndrome de la cortina. Cuando se está en pareja, todo lo que se haga en la casa debe ser consensuado. Desde la compra de una cortina para el living hasta el abrelatas. Pero resulta gratificante ir a un bazar y comprarse el destapador que uno quiera, sin que tenga que combinar con los colores de la mesada de la cocina.

2. Apertura auditiva. Antes, habia que cuidarse de que el volumen del equipo de música no sobrepasara el nivel de tolerancia auditiva del otro. Ahora, si en el auto pasan un tema que me gusta, subo el volumen hasta que los decibeles me obliguen a ir al otorrinolaringólogo.

3. TV inteligente. Eramos tan progresistas y reflexivos, que ni locos veíamos Showmatch, ese “antro de degradación simbólica de la mujer”. El otro día llegué de trabajar y mientras cenaba, me ví todas las parejas del tango en el Bailando por un sueño. Y hasta me emocioné con Mora Godoy.

4. El chip del orden. Cada vez que dejaba tiradas las medias en el baño, recibia una mirada más poderosa que la del héroe de X-Men que larga fuego por los ojos. Ahora sólo las levanto cuando tengo que usarlas por segunda vez porque me quedé sin ninguna para ponerme.

5. Espacio ampliado. Durante años, los placares eran extensiones interminables de ropa femenina. Apenas me quedaba un rincón para lo mío. Ahora tengo un cajón para cada calzoncillo.

6. El mal del educado. Pasaba numerosas noches con retorcijones en el estómago, tratando de que no se escaparan de mi cuerpo las emanaciones gaseosas naturales que resultan del procesamiento de la comida. Me aguantaba para no incomodarla a ella. Ahora, los vapores son exhalados tan pronto como se generan, lo que produce una agradable sensación de alivio que mejora el sueño de manera notable.

7. Pegarle un mordisco a la milanesa al pasar por la heladera y dejarla así, mordida, en el mismo plato en el que estaba.

 

 
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