2013enOCTUBRE

2013.10.10 No quiero más amigas

TIPOS SUELTOS

Daniel, recién separado

No quiero más amigas

Y un día accedí a hacerme un perfil en Facebook...

Por: Daniel Zalman

 

Ahora tengo cuenta de Facebook, pero también un problema: no termino de entender el significado de “amistad” en esta red social. En especial cuando se trata de relaciones con el sexo opuesto.

O sea, la misma confusión que tuve siempre en la vida real.

A menudo confundo la amistad con el amor o -en el mejor de los casos- sólo con la posibilidad de tener sexo.

Eso hace que no tenga amigas. Ni novias. Ni hablar de sexo.

La semana pasada hice una “amiga” en la popular red. Era de esas conocidas de conocidos de conocidos que, por alguna razón, se insta a sumar al inventario de “amigos”. Silvia, se llama y resguardo su apellido por si -como intuyo- pudiera sentirse poco afecta a hacer pública una relación conmigo.

La cosa no empezó muy bien: desde el principio intenté invitarla a salir con argumentos inviables, hasta que me di cuenta de que me estaba comunicando con ella en nuestros muros -a la vista de todos- y no por chat privado.

Tras soportar las cargadas típicas de mis amigos -tan casados y superados, ellos-, pasé al chat, no sin antes perder la posibilidad de entablar relación con otras “amigas” potenciales que se dieron cuenta de lo desesperado que estaba.

El caso es que Silvia finalmente aceptó salir. Nos encontramos en un bar muy concurrido, de noche.

Nos entendimos de maravillas. Ella también tiene 40. Y dos hijos. Es divorciada. Nos reimos por la forma tan poco tradicional en la que nos estábamos conociendo. Resultó ser, además de agraciada, sagaz y muy divertida. Le gustan las películas de Woody Allen, como a mí. También las de Bruce Willis: una mujer casi perfecta.

Congeniamos, tomamos varios tragos, seguimos charlando, se hicieron las cuatro de la mañana y entonces la llevé a su casa.

Me despidió en la entrada y después cerró la puerta.

Como imaginarán, mi desilusión fue mayúscula, salvo por el hecho de haber conservado cierta esperanza de escaramuza física en una segunda cita.

Error. Ella sí quiso que siguiéramos saliendo, porque la habia pasado muy bien, pero no como a mí me hubiera gustado. Ella decidió lo peor que podia pasarme: quiere ser mi amiga.

Olí el fracaso, junto al recuerdo de viejos fracasos de mujeres que usaban la misma excusa para decirme que no las atraia físicamente.

Acepté ir a ver con ella la última de Woody Allen. Pero hasta ahí llegaré.

A la de Bruce Willis voy solo.

 

 
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