2015FEBRERO

2015.02.03 Me crucé a un ex y lo disfruté

VIDA DE SOLTERAS

Me crucé a un ex y lo disfruté

Por: Margarita Dundi

 

Saber que día nos ganaremos la loteria es igual de difícil que conocer cuando nos cruzaremos con algún ex. Son dos situaciones inmanejables, como el frizz en el pelo o el inicio de la dieta.

Me topé con Roberto de frente. Desde lejos divisé que un tipo caminaba por la misma vereda que yo, pero lo ignoré porque queria subirme el cierre de la bermuda rápido. El cierre dejó de funcionar en cincuenta metros.

Salí de casa con el cierre bien, llegué al almacén y cuando emprendí la vuelta, noté que el color de mi bombacha sobresalia por la hendija que se formó por la desidia del cierre. Saqué el paquete de salchichas y el pan de la bolsa que me entregaron en el kiosco. Enganché la bolsa a mi pantalón para cubrirme la rotura.

Cuando levanté la vista ya era tarde. Sólo me separaba una baldosa de él, de esas que están partidas por las raices de los árboles. Para romper el hielo, le dije: “Me agarrás con la salchichas en la mano”. Las carcajadas de Roberto llamaron la atención del cartero que pasaba en bicicleta por la calle.

Me fui acercando para darle un beso, cosa que creí oportuna. Cuando mi cabeza emprendió el movimiento desde mi posición hacia su cachete derecho, le sonó su celular. Su mano derecha, que estaba apoyada en su cintura, se desesperó para llegar al bolsillo de atrás del short y responder. Nuestro saludo se frenó.

Roberto contestó la llamada. Aparentemente era su madre. Cortó y meneó el celular en el aire para que yo lo viera. Me contó que cambió el anterior. “Seguro que lo compraste con descuento”, disparé. Me aclaró que lo pagó de contado y me dejó muda.

En eso me miró a los ojos y me mostró la imagen que tenia como fondo de pantalla. Era de Maradona. Me explicó que era del mundial 86. Y agregó: “Nunca hubiese puesto una foto tuya en vez de la del Diego”. Soltó la frase como si nada, mientras la bolsa ya no me cubria más el cierre y las salchichas me humedecian los dedos.

“Ni siquiera agendé tu número”, se animó a detallarme. Agarré fuerte la bolsa de un extremo y la alejé de mi cuerpo. Puse los alimentos adentro y le insistí: “Anotá bien mi número porque en marzo me caso y quiero que vayas”. Le tiré un “chau” al viento y me fui ganadora, a lo Maradona.

 

2015.02.10 O los mosquitos o yo

VIDA DE SOLTERAS

O los mosquitos o yo

Por: Margarita Dundi

 

Detesto hacer abdominales. Detesto remendar medias y coser las bombachas cuando se rompen. Detesto buscar en la heladera el pote de dulce de leche y que alguien me anuncie que se lo terminó. Detesto encontrar los zapatos que acabo de comprar más baratos en otro local. Pero sin duda, lo que mas detesto son los mosquitos.

Desde que empezó el calor, los mosquitos ocupan el puesto número uno en mi lista de odios. Antes era más fácil matarlos. Ahora se esconden en lugares impensados: detrás de las cortinas, debajo de las sillas, sobre el lomo de un libro, etc.

Hace unos años bastaba con quemar el extremo de un trapo para que el humo los ahuyentara. Luego apareció el espiral. El espiral desató la creatividad en los usuarios. Cuando el soporte de metal desaparecia, todos le buscábamos un reemplazo. Unir el espiral a un jabón a través de un palillo fue mi mayor invento.

La única arma infalible es y será: la paleta para matar insectos. Yo necesitaria una licencia para usarla. Sufro una transformación cuando la agarro. Siento poder. La paleta es para mí, lo que la espada para He-Man o la tijera para un peluquero.

Los mosquitos se asemejan mucho a los “invitadores insistentes”. Estos, sin importar el género, no aceptan una excusa o un “no” como respuesta. Los mosquitos por más que los empujes con almohadones o trates de envolverlos con las sábanas, no se dan por vencidos.

Si los mosquitos al menos fueran silenciosos, me molestarian menos. Lo peor que me puede suceder, sin contar que un tipo me abandone un día antes del 14 de febrero, es que no me dejen dormir. Y actualmente no sólo son ruidosos, sino que también son de temer.

Hoy a las 04:00 tras vaciar la vejiga, intenté -sin éxito- retomar el sueño. Un mosquito invadió mi habitación. Busqué la paleta y recorrí con la vista cada espacio para hallarlo. No lo encontré. Giré con fuerza una remera en el aire a lo Soledad Pastorutti, pero no funcionó.

Prendí el ventilador para sacarlo de su escondite y no sirvió. Puse un espiral y me ahogué con el humo. Me acosté y me tapé con la sábana hasta la cabeza, pero aún lo escuchaba. Me destapé porque el calor era agobiante. Fue entonces que tomé una decisión drástica: dormí en el sillón del living.

 

2015.02.11 Un puñado de verdades

VIDA DE SOLTERAS

Un puñado de verdades

Y la convicción de que todo puede ir peor.

Por: Margarita Dundi

 

Cuando desatendemos el consejo de nuestra madre de llevar un abrigo extra para salir, ese día hará frío polar. Quien le pida “un tiempo para pensar” a su pareja, se terminará separando. Los que se definen como “confundidos” están interesados en otro/a.

Las decisiones importantes en una familia ya no pasan por quién aporta los ingresos, sino por quién maneja el control remoto del televisor y del aire acondicionado. Un día de calor evidencia ese poder.

La ensalada de frutas comprada nunca sabe como se ve. Todas las mujeres usamos corpiños con push up. El hombre que usa gorra en lugares cerrados a partir de los veintipico anticipa su calvicie. Los personajes de las novelas, afectados en su salud, siempre se recuperan.

Cuando pasamos algunos hervores, los elementos más importantes en una mesita de luz son: la radio para escuchar a la madrugada cuando el insomnio azota, un vaso con agua y el pastillero. Adelantar el reloj para evitar retrasos no garantiza, en ningún sentido, llegar temprano.

Ver una mudanza no es señal de buena suerte. Los solteros van al cine menos que los comprometidos. Los que están comprometidos bostezan a partir de las 12:30 en cualquier reunión a la que asisten. El champú nunca anula el frizz.

Los granos y llagas aparecen horas antes de asistir a un evento importante. El papel higiénico y el jabón en un baño público adquieren más valor que en cualquier casa. Los yuyos son los mayores enemigos para las micciones campestres. Las bolsas de nailon se rompen cuando necesitás que sean resistentes.

La afirmación: “Te debo el regalo, para la próxima” es mentira. Significa que nunca verás tu obsequio. Si invitás a salir a alguien y te contesta: “Vemos”, es lo mismo que decirte que no. Los que demoran en responder invitaciones nunca las aceptan. Los que sufren de resaca y aseguran que jamás volverán a beber, romperán el juramento al fin de semana siguiente. La frase: “Estoy llegando” y “estoy cerca” no son reales. Los que las dicen están en el extremo geográfico opuesto al pactado.

Los que están de vacaciones son más piolas que en su día a día. Si alguien pide prestado un libro, no lo devolverá (a menos que esto implique el vínculo con la biblioteca).

 

2015.02.18 Cambia, todo cambia...

VIDA DE SOLTERAS

Cambia, todo cambia...

Mi novio metrosexual se va a Londres y me deja en manos de un futbolero.

Por: Margarita Dundi

 

Lo corté a Fran. Me comentó que viajará en unos días a Londres para dar un curso de Eneagrama. Eso no me llamó la atención, pero cuando me reveló que permanecerá unos meses allá porque su espiritualidad material está limitada en Argentina, algo se quebró.

En realidad, no sé si fue la idea de su partida o su exceso de “muñequismo” (glamour) lo que me alejó de él. Casi no me acordaba lo que se sentia terminar una relación amorosa. Sin embargo, sólo hay una receta para los dejadores: combinar mentiras piadosas con un desorden sentimental.

Fran me avisó del viaje el lunes. El martes le adelanté que estaba confundida. El miércoles le sumé que tenia problemas con mi familia y en el trabajo. El jueves le pedí que no me enviara mensajes de texto porque mi jefe me prohibió usar el celular en la oficina.

El viernes lo cité en un bar. Llegué antes que él. El dejador no puede ser impuntual, sería demasiado. Me senté cerca del televisor. Transmitian un partido de fútbol. En la mesa de adelante habia un tipo con la camiseta de River Plate. En la espalda leí: Torre.

No sé si me llamó más la atención que usara un pantalón de frisa cuando la sensación térmica era de 40 grados o que tuviese un auricular puesto, cuyo cable no se enchufaba a ningún dispositivo. Sin duda, me sorprendió que sujetara el auricular a sus orejas con cinta de papel.

Fran apareció y se sentó a mi lado. Olia a rosas. Lo miré a los ojos y me sinceré: “No sé que hacer con mi vida y con vos”. Como tiene vasta experiencia en ser abandonado, no demandó explicaciones. Sólo afirmó que él era mucho para algunas mujeres y que lo aceptaba.

“Nunca te conté...”, arrancó Fran. Y siguió: “Antes de conocerte, me dejaron por un crédito bancario”. Me aclaró que la chica pretendia saldar el préstamo antes de comprometerse. Qué buena mentira, pensé. El hincha de River, que ya se habia sacado los auriculares, se rió, habló con el mozo y se fue.

Fran me dio un beso en la frente y se despidió. Solicité la cuenta y a los diez minutos, cuando ya estaba cansada de hacer aviones con las servilletas, el mozo me la alcanzó. Me avisó que estaba paga. En el dorso decía: Manuel Torresi, agregame a: Facebook, Twitter, Tinder, Badoo o Instagram.

 

2015.02.20 El día de los enamorados, ¿es comercial?

VIDA DE SOLTERAS

El día de los enamorados, ¿es comercial?

En San Valentín, la soltera, sin ninguna esperanza de enganchar algo, no piensa en depilarse ni reserva una habitación en uno de esos lugares donde el amor se tarifa por hora.

Por: Margarita Dundi

 

Las mujeres adoramos o detestamos el día de los enamorados. No hay término medio. Si estamos en pareja sabemos de antemano que día cae y planificamos una noche distinta con nuestro peor es nada. En cambio, si estamos solas, gritamos a viva voz que se trata de un evento comercial.

Cuando estamos solteras obviamos el 14 de febrero. Y si podemos, organizamos una contra-juntada para salir con nuestras amigas a levantar. Incluso criticamos a la que rechaza reunirse con nosotras porque tiene una cita romántica.

En cambio, la que tiene un saliente cumplirá una lista de tareas: descardarse completa, pintarse las uñas (incluso las de los pies), teñirse las raices y exfoliarse el cuerpo. Pero, por sobre todo, tiene que renovar la ropa interior. La bombacha deshilachada no es recomendable.

El pijama de algodón con vivos rosas y un gato estampado tampoco sirve la noche del festejo. Los hombres esperan algo especial, eso que a nosotras no nos surge voluntariamente. Los tipos no quieren que les dediquemos un poema sacado de un bombón, anhelan acción...

En cambio, la soltera, sin ninguna esperanza de enganchar algo, no piensa en depilarse. Mucho menos reserva una habitación en uno de esos lugares donde el amor se tarifa por hora. No espera una frase de amor eterno que chorree dulzura o promesas de agrandar la población mundial en el corto plazo.

La soltera está desenchufada de lo que pasa alrededor del día de los enamorados. No sabe que bares o restaurantes no tienen lugares disponibles. No está obligada a comprar un regalo  y mucho menos habilita un espacio en la cama para guardar un peluche que dice: “Te amo”.

Para este “San Valentin” me preparé porque Fran lo merece. Me descardé, me corté las uñas de los pies, me depilé las cejas (volvieron a ser dos) y compré una bombacha con escasa tela. Estar con alguien en esta fecha no sólo es demandante, sino que es costoso.

Sin embargo, hoy me avisó por WhatsApp que viajará con sus amigos al carnaval en Gualeguaychú. Me quedé muda. Me dijo que no se habia dado cuenta que no festejaremos el día de los enamorados. Se justificó con el argumento de los solteros. Me aclaró que es un día comercial. Desde hoy odio a todos los que mencionen la palabra “comercial”.

 

 
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