2015ABRIL

2015.04.01 Onur me quiere en su familia

VIDA DE SOLTERAS

Onur me quiere en su familia

Aunque todavia ni caminamos de la mano, su madre ya me presenta como su nuera.

Por: Margarita Dundi

 

Me llegó un mensaje al Facebook a las siete de la mañana de Manuel que decia: “¿Cómo la pasaste el otro día en casa?”. Recordé que durante varios días tuve olor a humo en el pelo por culpa de su parrilla eléctrica y que Pircucho me cansó con la historia de que habia chapado mucho.

Le contesté que me divertí.

Manuel me pidió que lo llamara “Torre”, como lo hacen sus amigos. Lo apodaron así de chico por su apellido (Torresi) y por su altura. Para besarlo tendria que subirme al cordón de la vereda y hacer puntitas de pie. “Si te gustó el asado, no te podés perder mañana la carneada de los Torresi- Diani”, me escribió. La madre cumple años y me invitó a Inriville, su pueblo natal. Hasta me dijo que agregue a su mamá, Adriana Diani, al Facebook para que nos conozcamos más rápido.

Acepté su propuesta. De inmediato, me mandó una foto de los pasajes del colectivo porque ya los habia comprado. Me buscó en un taxi a las seis de la mañana. Cuando quise pagarle al taxista me corrió la mano y sacó su billetera. “Un Onur cualquiera”, pensé.

Subimos al bus y la mayoria de los pasajeros lo saludaron. Dimos un par de besos y nos acomodamos en los mejores asientos: lejos del baño y bien cerquita de la salida de emergencias.

Me levanté para buscar agua y me frenó. Me adelantó que tenia una sorpresa. Sacó una sidra envuelta en una toalla mojada. Extendió los brazos y gritó: “A ver quién es el próximo que se casa” y apuntó el corcho hacia el fondo del colectivo. Le cayó a una señora que dormia hasta ese momento.

Llegamos al pueblo y fuimos directo a un galpón que hay en su casa. Me recibió uno de sus tíos que dejó de tocar el bandoneón para darme un beso y me preguntó si lo conocia a “Cono”. La mamá de Torre se interpuso y me presentó a los invitados como su nuera. Con Torre ni siquiera nos habíamos agarrado de la mano.

Saludé a unos primos y al mismísimo “Cono”, un prócer del noreste provincial cordobés. “Mi retaguardia es la más conocida de Inriville”, se jactó. Torre interrumpió nuestra charla y me tomó de la mano, por primera vez. Me llevó hasta el corral de chanchos para elegir a la víctima (continuará).

 

2015.04.09 Dime qué comes y te diré qué festejas

VIDA DE SOLTERAS

Dime qué comes y te diré qué festejas

Por: Margarita Dundi

 

La comida determina el tipo de reunión. Si veo una rosca de Pascua encima de una mesa, es evidente que se celebra Semana Santa. Es más complicado comprar una rosca de pascua en Navidad que encontrar un corpiño que no tenga push up.

Las empanadas de vigilia no aparecen un 25 de mayo. Son “la entrada” obligada de los jueves y viernes santos. No se me ocurriria incluirlas en un ágape de cumpleaños y mucho menos en un aniversario de boda.

Los huevos de chocolate tampoco ocupan la mesa en Navidad y mucho menos la de Año Nuevo. En Pascua es el único momento del año que se come chocolate indiscriminadamente.

Para las fiestas patrias hay un menú fijo que arranca con la tortilla frita y termina con el locro. La empanada de carne, cortada a cuchillo y frita con grasa, nos cambia el sabor que nos dejó la de vigilia. El postre ofrece dos opciones: la mazamorra y los churros rellenos con dulce de leche.

El día del amigo es distinguible porque abundan pizzas y cervezas. No existe en el mundo una reunión de amigos sin una “muzza” como plato principal. Esta juntada se podria confundir con la de un cumpleaños, pero hay varias diferencias.

En los cumpleaños, la vedette es la torta. Si no hay pizza, las hamburguesas y las empanadas son una fija. Los más osados se animan a los choripanes. “La carta” de los cumpleaños es la menos variada de todos los encuentros.

Para Navidad y Año Nuevo el pan dulce se convierte en el rey de la sobremesa. Pelea su puesto con las garrapiñadas y los confites de chocolate. En la cena no falta el vitel toné y la porción de cabrito acompañados por la ensalada rusa.

 

2015.04.14 Cómo hacer almohadones y fracasar en el intento

VIDA DE SOLTERAS

Cómo hacer almohadones y fracasar en el intento

Por: Margarita Dundi

 

Las mujeres divagamos con convertirnos en una hora en grandes cocineras, restauradoras de muebles o costureras. De repente, un sábado o domingo a la tarde nos instalamos en la cocina para hacer una torta con forma de Bob Esponja cuando habitualmente no logramos que el bizcochuelo no se nos queme.

Pasamos de preparar un huevo frito a intentar hornear un pollo bañado con una salsa de hongos. Es como eyectarse de la solteria al concubinato en un día. Cosa que sabemos, es imposible.

Y Cuando no nos seduce la cocina, creemos que por ver un programa de decoración podemos retocar los frescos de la Capilla Sixtina o cambiarle el tapizado a unas sillas que heredamos de algún familiar. La cosa en general falla, pero nos encanta intentarlo.

Con La Gorda nos juntamos a hacer almohadones de lienzo. El lienzo siempre se consideró una tela de medio pelo. No obstante, como ahora está de moda, nos gusta.

Como ninguna de nosotras cose, sumamos a nuestras respectivas madres; lo que, obviamente, fue desacertado. Las madres siempre resuelven las cosas a su modo. Nos prohiben jugar antes de hacer los deberes y disfrutar el postre antes que saborear la comida.

Nos reunimos las cuatro en casa a plena siesta porque nuestras madres querian trabajar y ver los programas de chismes. Cuando nos distrajimos, midieron el lienzo, lo cortaron y lo cosieron.

El producto final no se le parece en nada a lo que imaginábamos. Queríamos que los almohadones fueran de diferentes tamaños y que lucieran frases, pero los hicieron todos iguales.

Y no sólo eso, tiñeron la tela de rosa con una técnica, según ellas, novedosa: batik, que cayó en desuso en los noventa. Ni a mi peor enemiga se los regalaria.

Tampoco usamos las frases que seleccionamos: “Yo no soy rencorosa, pero si memoriosa”, de Mirtha Legrand; “Billetera mata galán”, de Jacobo Winograd; “Se ha forrrmado una pareja" de Roberto Galán y la favorita de La Gorda: “¿Y Candela? ¿Y la moto?".

Sin embargo, no nos dimos por vencidas. Con La Gorda tenemos alta tolerancia al fracaso. Reunimos pallets para hacer sillones y lo convencimos a mi viejo para que nos orientara. De un momento para otro, nos impidió agarrar las herramientas y al final hizo una linda mesa ratona. Definitivamente, lo nuestro es fracasar.

 

2015.04.17 De novia entre los chanchos

VIDA DE SOLTERAS

De novia entre los chanchos

Entré en la foto de mi nueva familia política. Bien en el borde, por si acaso.

Por: Margarita Dundi

 

Les conté que Torre me llevó al corral de los chanchos a elegir dos para carnear. Lucian buenos, pero sabian mejor de lo que se veian. En plena disyuntiva, Torre me propuso que sea su novia. Mientras lo escuchaba, advertí que Cono mostraba su retaguardia a los conductores que circulaban por la ruta.

Me pareció precipitado, pero acepté. Volvimos al galpón agarrados de la mano como dos adolescentes, aunque estamos más cerca del reuma que de la pubertad. En el camino nos interceptó la hermana de Torre. Me miró como una vez lo hizo Gladys.

Hace un tiempo, fui a un centro de estética para que me hicieran una limpieza de cutis y me profundizaran el cavado. Me ubiqué en la camilla y cuando Gladys entró, me saqué la bombacha para no perder tiempo. Levanté la vista y ella tenia una palangana con dos esponjas. Me disculpé y me limpió la cara.

En el galpón, Adriana, la mamá de Torre, pidió un brindis y contó que hasta que no lo bautizaron a Torre, no apagó la luz de su habitación para protegerlo. Que mi vieja no compre latas en conservas abolladas, zafa, pensé.

De repente, se armó la foto familiar. Los más altos al fondo y los que aún podian agacharse, adelante. A mí también me convocaron. Adriana retrasó la foto para buscar una vincha que decia Sandro. Es una de las “nenas”, concluí.

Me acomodaron en un extremo de la formación para cortar la foto si la relación con Torre no prospera. La abuela, Porota, que estaba a mi lado, me preguntó para cuándo los confites y le respondí que tenemos tiempo. Me señaló una veinteañera y dijo: “Ella no tiene apuro, vos sí”.

Torre pasó con una bandeja con rodajas de salame y saqué una para cambiar el sabor de la solteria. Ratifiqué que la composición de los salames y de los corpiños es un misterio. Terminó la carneada y nos dispusieron con Torre en la habitación de la hermana. Yo compartí la cama con ella y él durmió en una individual. Me tapé hasta las orejas porque Torre encendió el ventilador.

Volví resfriada a casa, pero con novio. Tengo dos semanas para que Torre se parezca a Fran ante mis ex compañeras.

 

 

2015.04.20 Todos tenemos un decididor compulsivo cerca

VIDA DE SOLTERAS

Cómo hacer almohadones y fracasar en el intento

Por: Margarita Dundi

 

Las mujeres divagamos con convertirnos en una hora en grandes cocineras, restauradoras de muebles o costureras. De repente, un sábado o domingo a la tarde nos instalamos en la cocina para hacer una torta con forma de Bob Esponja cuando habitualmente no logramos que el bizcochuelo no se nos queme.

Pasamos de preparar un huevo frito a intentar hornear un pollo bañado con una salsa de hongos. Es como eyectarse de la solteria al concubinato en un día. Cosa que sabemos, es imposible.

Y Cuando no nos seduce la cocina, creemos que por ver un programa de decoración podemos retocar los frescos de la Capilla Sixtina o cambiarle el tapizado a unas sillas que heredamos de algún familiar. La cosa en general falla, pero nos encanta intentarlo.

Con La Gorda nos juntamos a hacer almohadones de lienzo. El lienzo siempre se consideró una tela de medio pelo. No obstante, como ahora está de moda, nos gusta.

Como ninguna de nosotras cose, sumamos a nuestras respectivas madres; lo que, obviamente, fue desacertado. Las madres siempre resuelven las cosas a su modo. Nos prohiben jugar antes de hacer los deberes y disfrutar el postre antes que saborear la comida.

Nos reunimos las cuatro en casa a plena siesta porque nuestras madres querian trabajar y ver los programas de chismes. Cuando nos distrajimos, midieron el lienzo, lo cortaron y lo cosieron.

El producto final no se le parece en nada a lo que imaginábamos. Queríamos que los almohadones fueran de diferentes tamaños y que lucieran frases, pero los hicieron todos iguales.

Y no sólo eso, tiñeron la tela de rosa con una técnica, según ellas, novedosa: batik, que cayó en desuso en los noventa. Ni a mi peor enemiga se los regalaria.

Tampoco usamos las frases que seleccionamos: “Yo no soy rencorosa, pero si memoriosa”, de Mirtha Legrand; “Billetera mata galán”, de Jacobo Winograd; “Se ha forrrmado una pareja" de Roberto Galán y la favorita de La Gorda: “¿Y Candela? ¿Y la moto?".

Sin embargo, no nos dimos por vencidas. Con La Gorda tenemos alta tolerancia al fracaso. Reunimos pallets para hacer sillones y lo convencimos a mi viejo para que nos orientara. De un momento para otro, nos impidió agarrar las herramientas y al final hizo una linda mesa ratona. Definitivamente, lo nuestro es fracasar.

 

2015.04.28 Las vacaciones se disfrutan en temporada

VIDA DE SOLTERAS

Las vacaciones se disfrutan en temporada

Por: Margarita Dundi

 

Me tomé esta semana de vacaciones. Como era previsible, La Gorda también se sumó. Desde el domingo estamos en Necochea, en la costa Altlántica argentina. Paramos en un hotel que reservamos en diciembre y que poco se parece a las fotos que vimos en internet.

Las fotos de los hoteles en las páginas web son tan irreales como las de perfil de Facebook. Es una fija que si alguien no es agraciado en su foto de perfil, es difícil de ver en persona. (Lo rescato por experiencia personal).

Incluso hay quienes colocan una foto de perfil haciendo una actividad que sólo efectuaron la vez que fue obtenida la imagen. En la foto de perfil de La Gorda escala una montaña artificial. Fue a una clase de palestra, le sacaron la foto y no regresó.

Que el hotel no fuera lo que esperábamos no es lo peor. Vacacionar cuando el resto trabaja, sí. Si le pedimos a alguien que nos saque una foto en la calle, la persona nos mira y asegura que está apurada. Luego, agarra la cámara con fuerza y antes de que digamos “güisqui” nos la devuelve. Todas las fotos salen borrosas.

La actividad social está resentida. Los bares cierran a las doce de la noche y los locales comerciales apenas cae la tarde. Tampoco hay vendedores en la playa o artesanos dispuestos a grabar nuestros nombres en pulseras.

En esencia, falta el espíritu vacacional. Ese que hace que todos sonriamos, que las rutinas desaparezcan, que la madrugada gane adeptos y que nos ofrezcamos para tomar fotos a cuanto turista se nos aproxime.

El clima tampoco acompaña. El sol no calienta ni la arena. El gel pos solar es una mercancia en desuso como las ojotas y las bermudas. Cuando llegamos ansiábamos estrenar las biquinis. Nos las pusimos, pero apenas abrimos las ventanas, cambiamos la malla por el pulóver.

Lo bueno es que los precios que encontramos son menores a los que se pagaron durante la temporada de verano y que hay liquidaciones. Lo malo es que no hay opciones disponibles. Quisimos comprarnos varias prendas, pero no disponian de talles.

Otra situación no menor es que -si bien no estoy buscando- no existe el roce con el sexo opuesto. En esta época viajan parejas con años de matrimonio y nosotras. En conclusión, no hay que vacacionar fuera de temporada.

 

2015.04.30 Fotos viejas con La Gorda

VIDA DE SOLTERAS

Fotos viejas con La Gorda

Si pinta la melanco, la partís al medio con un bizcochuelo de cajita (después ves qué onda).

Por: Margarita Dundi

 

Ayer en la merienda, mediada por un “bizcochuelo de paquete”, hurgamos con La Gorda la caja de las fotos. Es una vieja caja de zapatos anaranjada reforzada en los costados con cinta de papel, en la cual guardamos nuestros recuerdos.

Encontramos un álbum con 24 fotos veladas de un viaje que hicimos a Mendoza, cuando todavia nos pedian los documentos para acreditar nuestra edad. Ni con la lupa conseguimos distinguirnos. Parecia que nos enfrentábamos al test psicológico de las manchas que tiene un nombre raro.

Antes, las fotos veladas eran comunes. El fotógrafo no te aclaraba que algunas no se distinguian y te las cobrara igual. Incluso decia con voz firme: “Salieron todas” cuando era mentira. No dudo de que muchos fotógrafos se enriquecieron durante esos años. Las cámaras analógicas eran traicioneras. Sólo el azar determinaba que el rollo de fotos estuviese bien colocado. Y casi siempre rogábamos que el rollo tuviese una “yapa” y posábamos por las dudas, porque a veces ocurria el milagro y aparecia la foto 13, 25 ó 37.

En general, habia una persona por familia que llevaba las fotos a revelar. Y no llevaba un solo rollo, sino que los acumulaba en un lugar oscuro y seguro, como si fueran billetes, hasta que aparecia una oferta. El rollo de 36 fotos quedaba para el último porque era el más caro.

Por lo anterior, era común que aparecieran juntos varios álbumes. Se cruzaban las imágenes de un cumpleaños con las de un bautismo. Los álbumes eran atemporales y, sin embargo, no perdian vigencia. ¿Quién no repasó en plena Navidad fotos de la Navidad anterior?.

El mayor problema se daba cuando se entremezclaban las fotos de los distintos álbumes. Restituir la foto perdida a su lugar era una proeza. Habia que revisar la imagen en detalle para saber a que evento pertenecia. En general, esa foto quedaba a la deriva.

Los álbumes explotaron cuando surgieron los stickers. Se adherian las frases graciosas sobre las fotos para hacer bromas. No se salvaba nadie. Lo analizamos con La Gorda  y concluimos que las cámaras analógicas y los bizcochuelos caseros eran mágicos porque fallaban. A pesar de los errores, extrañamos aquellas fotos, pero ¡cómo nos gustan los bizcochuelos de paquete!.

 

 
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