2013OCTUBRE

2013.10.03 Yo también volví al gym

VIDA DE SOLTERAS

Margarita busca novio

Yo también volví al gym

Veamos cuánto dura la Dundi poniéndose en forma para el verano.

Por: Margarita Dundi

 

Después de enterarme de que Daniel volvió a hacer ejercicio físico, no quise ser menos y tampoco quise tener en mi conciencia abandonar el gimnasio cada vez que lo empiezo. Busqué un gimnasio a dos cuadras de casa (más lejos puede ser letal) y me inscribí. Otra vez me sedujo la idea de pagar varios meses juntos para obligarme a resistir.

También me compré una revista para hacer fitness, palabra que hasta ese momento solo la sabía pronunciar y agarré un programa de televisión en el que enseñan aerobics. Uno de esos en el que la minita que lo conduce está bárbara y a la cual no te podés parecer ni en dos vidas. Me memoricé los horarios de las emisiones para verlos.

El profe del gym resultó muy piola, le dicen “Cloroformo”; todavia no descubrí el motivo. Es un nano-George Clooney por lo compacto. Cada vez que lo cruzo se me vienen a la cabeza operaciones matemáticas porque parece el doble de Clooney, pero en realidad es la mitad. El actor lo duplica en edad y éste resta cuando habla.

Y cuando lo veo con un mini short azul con bordes de color verde fluorescente me dan ganas de partirlo al medio.

Llegué a la clase de Cloroformo y me hice la fachera. En realidad no hablé con nadie porque me sentía incómoda. Toda la ropa deportiva aprieta más de la cuenta y muestra más de la cuenta. Apenas entré, calculé el porcentaje de tipos lindos que habia, rondaba el 75%, cosa que marcó que volveria.

Ese primer día hice diez abdominales y cuando nadie me vio me levanté la remera para verme la panza y observé cambios. Mi autoestima en alto duró hasta que vi a las que durante todo el año hacen ejercicio. Usaban un top que dejaba al descubierto todos los abdominales, más de los que a mí se me pueden llegar a marcar. Los míos son ocho, parecen las porciones de una pizza.

El profe nos marcó que teníamos que hacer bici fija. Aunque ya no se le dice más así, ahora es spinning. Yo no me podia echar a menos porque él me estaba evaluando. Empecé a pedalear y al minuto estaba muerta; tanto que cuando no me vio me quedé quieta y retomé en cuanto me miró de nuevo.

Transpiré tanto como aquella vez que un novio me preguntó si habia tenido muchas parejas antes que él y también cuando otro me dijo si me parecia lindo alguno de sus amigos, cosa que jamás se puede admitir aunque siempre es cierto.

Volví a casa con la sensación de haber participado de un Juego Olímpico y al otro día me levanté con la sensación de que me habian agarrado 20 suegras juntas. No me podia mover, incluso me dolia el pelo. Ese día no agarré la revista de fitness y menos que menos fui al gimnasio.

Ante la negativa de volver al gym se me vino a la mente la idea de formar una asociación compuesta por todas aquellas personas que empezamos el gimnasio y luego abdicamos. Me imaginé un salón grande con personas sentadas en sillas formando un círculo. Yo me presentaria así: “Me dicen Dundi, pagué un año de gimnasio y fui tres veces”. En ese momento todos aplaudirian.

Sin embargo, la idea de conformar la asociación me empujó a volver al gym. Hoy voy a la clase de GAP; primero porque ese 75% de hombres lindos me alienta más que mejorar mi figura y segundo porque extraño ver el short de Cloroformo. Espero descubrir qué significa GAP, porque no tengo la menor idea.

 

2013.10.18 Cosas que dije que no volveria a hacer y mentí

VIDA DE SOLTERAS

Cosas que dije que no volveria a hacer y mentí

Yo no resisto mi archivo

Por: Margarita Dundi

 

Hay ciertas cosas de las que me arrepiento en el mismo momento de hacerlas. Aun así, las repito para volverme a arrepentir.

- Cada vez que me saco el jean que me queda apretado, luego de usarlo durante varias horas, pienso que es la última vez. No obstante, me lo entubo de nuevo en cuanto puedo.

- Revisar el muro de Facebook de un ex: en algún momento me nace la curiosidad y -casi- sin darme cuenta, estoy espiándole las últimas fotos que subió, los comentarios y los nuevos amigos. Después de saciar mis bajos instintos, me desconecto y digo en voz alta que no lo voy a volver a hacer.

- Hacerle caso a mi vieja: cuando era chica, mi mamá, antes de salir a la calle, me decia: ¿llevás pañuelo y abrigo?. Durante casi cuarenta años llevé en la mano un pulóver de media estación (para que fuera útil todo el año) y me atreveria a decir que el 85% de las veces no lo usé. Siempre me repetí que en la siguiente salida no lo llevaria, pero nunca cumplí.

- Volver con algún ex: estoy convencida de que malo conocido es mucho peor que malo por conocer. Si los dos son malos, es mejor quedarse con el nuevo. Pero esta afirmación la aplico hasta que aparece una invitación, un arrepentimiento, un “no va a volver a pasar” y caigo nuevamente en la trampa.

- Cortarme el pelo sola: Dos veces quise parecerme a Raffaella Carra y terminé con un corte pelela. Otra vez me corté bien al ras al estilo Roxette y terminé igual a mi viejo cuando era joven. La última vez fue la mejor: me corté el flequillo con el pelo seco. Me quedó a la mitad de la frente y ni siquiera una docena de invisibles me ayudaron a ocultar el error.

 - Invitar a amigas que están en pareja, a salir cuando sé que me rechazarán: viernes o sábado a la noche les pregunto si quieren salir a bailar o ir a tomar algo. Irremediablemente dirán que no. Ellas seguro están cansadas o se juntan con los amigos de su novio. Al “finde” siguiente les vuelvo a preguntar para escuchar de nuevo la misma respuesta.

- No comer más brownie de chocolate: cada vez que pruebo uno sé que, al día siguiente, no me voy a poder mover del dolor de panza. De igual manera, los sigo probando hasta que uno se convierte en varios. Se deberia inventar el chocolate “lassie” (como el perro) para que sea bueno.

 - Hacerme amiga de mi suegra temporal (la suegra es Temporal no sólo porque ella se va a morir, sino también porque a mí me dura poco tiempo). Cuando arranco la relación con un novio, finjo amabilidad con la familia de él. Sobre todo con la madre porque es mi mayor amenaza. Si voy a la casa de ella pongo la mesa, levanto los platos y alabo su comida. Pero cuando menos lo espero, ella le dice que soy poca cosa para él (como si él fuera una joyita). Así que sin importar cuán bien la trate, ella siempre me encontrará un defecto.

 - Armar una cita con un tipo que ya me rechazó: no le voy a escribir más a este tipo, digo varias veces hasta convencerme. Sin embargo, cuando pasa el tiempo parece que no sólo me olvidé lo que motivó el distanciamiento entre nosotros, sino que también desapareció de mi memoria la idea de no volver a contactarlo. Y después de hacerlo, me enumero todo tipo de razones para no verlo otra vez.

 

2013.10.31 Solidaridad femenina II

VIDA DE SOLTERAS

Solidaridad femenina II

Ser solidaria con tu amiga o morir en el intento.

Por: Margarita Dundi

 

Hace unos días, nos comprometimos con Lidia, la prima de la Gorda, a descubrir si el novio la engañaba. Ella sospechaba que él tenia otra porque le confundió el nombre y además porque se comportaba extraño. Extraño sería que Juan Carlos me dé bola.

Luego de un primer espionaje que le hicimos al tipo y que fracasó, a Sole se le ocurrió que con las chicas nos organizáramos en subgrupos para desentrañar la verdad. Lidia le revisó la ropa al “engañador” (todo hombre ante la mínima sospecha es engañador hasta que se demuestre lo contrario). La Gorda y Naty hurgaron su perfil de Facebook y Sole y yo lo seguiríamos a un boliche.

El primer reporte de las chicas arrojó un resultado sospechoso. Lidia olió un perfume en las camisas que no era el suyo. En Facebook las chicas encontraron varios comentarios de los amigos insinuando salidas que ya se habian concretado y otras que aún no. Con Sole teníamos la responsabilidad de aportar pruebas.

Lidia nos avisó cuando el tipo salió del departamento para encontrarse con los amigos. Lo seguimos hasta un boliche de medio pelo, al que yo conocia bien. Vestia camisa estilo mantel de picnic color azul y roja y un jean apretado casi por demás. La poca luz lo favorecia, tanto que en otras circunstancias, le hubiera entrado como chancho a la batata.

Uno de los amigos que lo acompañaba estaba para alquilar balcones. Quizá la escasa iluminación también le daba unos puntos más arriba de los reales. Fui al baño y cuando volví, Sole lo chamullaba.

En ese momento, la misión se desplomaba como sucede con casi todos los músculos de mi cuerpo. La obligué a cortar la charla. Fue en el momento justo: antes de que ella le preguntara si preferiria enviar a sus hijos a un colegio público o a uno privado.

Mientras nos alejábamos lo vimos todo. Una rubia divina, de las que yo odio, se le acercó al “engañador” y le metió un beso en la boca. El labial ni se le corrió. Le sacamos con el celular un arsenal de fotos.

Fuimos directo a la casa de Lidia. Nos abrió la puerta y sin mediar palabra, Sole le mostró las fotos. Lidia insultó a varias generaciones de la familia del tipo y de inmediato lo llamó. Era un buen momento para volver a escuchar el tema “Mentira” de Valeria Lynch, aunque los gritos de ella hubiesen opacado la canción.

Salimos de la casa de Lidia con la sensación de haber cumplido nuestro objetivo. Lo desenmascaramos. Además Sole le habia sacado al tipo del boliche el número de teléfono, por lo que también tendria alguna cita a futuro y quizá yo ligaria algún amigo.

Esta mañana me llamó la Gorda y me contó que Lidia se arregló con el tipo. Él le dijo que la mina lo besó porque lo confundió con el novio. Lidia le creyó y hasta pusieron fecha de casamiento. Fiesta a la que no estamos invitadas porque Lidia se enojó con nosotras. Se acabó la solidaridad femenina.

 

 

2013.10.31 Y Roberto entró a mi vida...

VIDA DE SOLTERAS

Y Roberto entró a mi vida...

“Soy fanático de Maradona”, fue la frase con la que abrió nuestra primera cita.

Por: Margarita Dundi

 

El último contacto con Juan Carlos fue a través de una llamada telefónica. Cuando atendí, me encargó “una muzza” con poco queso porque dijo que el queso lo aflojaba. Confundió mi teléfono con una rotiseria. Si al menos mi nombre empezara con “R”, no me hubiera sentido tan mal. Pero de la “D” a la “R” hay 15 letras de distancia.

“Te presento a un amigo que es soltero”, me dijo mi amiga Naty para subirme el ánimo. “¿Y si ese campito está desalambrado por qué no te lo agarrás para vos?”, le consulté. “Somos amigos”, me contestó.

Yo mucho no le creí porque si un amigo está bueno, seguro que te gusta. Le dije que me hiciera la cita. Pero, eso si, le aclaré que me avise con tiempo porque la última vez que me descardé fue cuando me junté a comer con Juan Carlos y mi ST (suegra temporal), esa noche que ella me hizo hacer empanadas y luego las desarmó porque no le gustaba mi repulgue.

“El jueves a la noche te espera en su casa”, me avisó Naty. Acordamos vernos a las 22:00.

Llegué a horario. Toqué el timbre, pasaron cinco minutos y no respondió. Lo llamé por teléfono y Roberto, así se llama, me dijo que lo esperara porque estaba a unas cuadras. A la media hora apareció.

–Vayamos a un bar porque la noche está linda –sugirió. Fuimos a dos lugares porque el primero no le gustó. Las dos veces entró él primero y me tiró la puerta en la cara. Después de encargar una pizza especial, se fue al baño.

Al volver me aclaró: “Soy fanático de Maradona”. “No me gusta el fútbol”, solté. “Cuando tengamos un hijo quiero que se llame Diego Armando. Lo demás lo podés elegir vos, cómo decorar el cuarto, el colegio a donde va a ir, el bautismo, pero el nombre lo elijo yo”, sostuvo.

En la hora siguiente sólo hizo silencio para comer. Le faltó comentar su segundo día en el Jardín de Infantes.

Salimos del bar y antes de que me subiera a un taxi, me chapó al estilo Jorge Martínez en La extraña dama. Y en eso dijo: “Mirá cuando cumplamos 30 años de casados, linda”. Regresé a casa sabiendo que me voy a casar con un tipo impuntual y que el matrimonio durará, al menos, 30 años; el nombre de mis dos hijos y que en una pared de mi casa tendré un cuadro de Maradona.

 

 
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