2014JUNIO

2014.06.06 ¿Ser o no ser infiel? Esa es mi cuestión

VIDA DE SOLTERAS

¿Ser o no ser infiel? Esa es mi cuestión

Por: Margarita Dundi

 

Infiel. Siempre pensé que no lo sería. Lo acepto, no sólo le presumí a Juan Carlos, sino que les dejé la puerta abierta a Roberto y a Charly. Si, medio que salí con estos dos. Pero convengamos que con ninguno festejé el Día de los Enamorados. Y no lo hice porque a Charly no lo conocia y Roberto estaba en otra. Estoy exonerada.

Entonces, infiel no soy. Al menos no soy como en la novelas mexicanas que los personajes mantienen una doble vida durante años. Además, como dice mi mamá: “Nadie muere mocho”. Al menos colaboré para que Roberto y Charly no pasen por esta vida sin percibir la traición amorosa.

Un novio que tuve me engañó. En realidad fue casi mi novio. Las chicas decian que él no lo sabía. Para mi bastaron un par de miradas para que nuestra relación existiera para ambos. Fue en el colegio, yo tenia diez años (treinta menos que ahora) y él once.

Era el más inteligente del grado. A mí no me gustaba por eso, sino porque tenia una mochila de jean. Mi mamá me obligaba a usar las mochilas viejas que dejaban mis primas. Y como estaban perforadas por el uso, mi vieja las remendaba con lo primero que encontraba. Eran mochilas frankestinianas.

La cuestión es que él, de un recreo para el otro, se novió con Norita y me engañó. También me gustaba la mochila de ella. Norita era la más “carteluda” del aula; tenia las cartucheras repletas de lápices de colores, los moños para el cabello más rosas que el resto de nosotras y su Ratón Pérez le dejaba billetes, a mí apenas monedas.

Para él no debe haber sido fácil traicionarme. Ser infiel es una profesión. Después de ser acusada de engañadora, camino por la calle y siento que la gente me señala. Antes también lo sentia, aunque era porque no me peino. Estoy en contra del uso indiscriminado de peines y de timbres. Y también de las garitas de los guardias en los barrios cerrados.

Como no estoy segura de ser infiel, busqué en internet un cuestionario titulado: “Para reconocerse a si mismo como infiel”. La primera pregunta decia: “¿Sale con varias personas al mismo tiempo y lo oculta?”. El primer interrogante me dejó muda, lo cual no es poco. Comí un cuarto de helado para reponerme. No lo logré.

La segunda y la tercera no fueron menos conflictivas. ¿Considera que estas personas se enojarían si se enterasen de la existencia de las otras?. ¿Les miente?. ¿Tergiversa lo que realmente siente por ellas?. ¿Confunde sus nombres?. Fueron demasiados interrogantes, abandoné el archivo y me puse a jugar al Preguntados.

 

2014.06.12 Un pelotazo en el corazón

VIDA DE SOLTERAS

Un pelotazo en el corazón

¡Hola Roberto, soy tu nueva DT!

Por: Margarita Dundi

 

Nunca me gustó el fútbol. No sé si es porque las veces que jugué siempre me mandaron al arco por falta de aptitud al deporte. O porque un día me insolé gracias a que mi papá me dejó encerrada en el auto, en pleno enero, mientras jugaba al fútbol con sus amigos. El argumenta que metió dos goles “a lo Kempes” y que eso lo distrajo.

Con el Mundial a cuestas, relacionarse con algunos hombres se complica. Es un mes en el que la atención de los gustosos del fútbol en relación a otras actividades se reduce a un 97%. Si de por sí no nos escuchan, si ven un partido y les preguntamos algo, las respuestas son estandarizadas: “Si, mi amor”; “no, mi amor”. “Después te contesto”.

Diria que es el momento propicio para hacer declaraciones ante ellos sobre nuestro pasado amoroso. Todo lo que confesemos cuando ellos estén concentrados en una disputa en la que se enfrentan dos paises que ni saben ubicar en el mapa, pasará inadvertido.

A su vez, es una instancia oportuna para vengarse. Cambiarle de canal puede ser mortal, al igual que pasar frente al televisor cuando están repitiendo un gol. Los hombres pueden ver un mismo gol infinidad de veces. Lo miran en vivo, en la repetición, en el noticiero, en el programa de deportes, en el compacto de noticias de la noche y en el resumen semanal deportivo.

También, el Mundial de fútbol genera un espacio para usar la frase “Hacé lo que quieras”, algo que no expresa precisamente libertad. La aplicás si el tipo quiere juntarse con sus amigos para ver todos los partidos de la selección. La idea es que él desista.

Sin embargo, no todo es malo. Durante el mundial descubrimos que ellos sí son capaces de recordar fechas, nombres y lugares. La excusa de la falta de memoria para los aniversarios y cumples queda sin efecto. Los tipos recuerdan, en promedio, hasta cuatro equipos en los que un jugador haya participado, goles, amonestaciones y lesiones.

Claro que también están las mujeres híper-informadas que nos pasan el trapo a todos los que no sabemos nada. En una de esas mujeres me convertiré para reconquistar a Roberto. El me sacó la roja por coquetear con Charly. Insinuó que soy infiel por salir con dos hombres a la vez.

Hoy anoté los nombres de los jugadores argentinos y conseguí un fixture. Al partido con Roberto lo gano por goleada.

 

2014.06.18 La insistencia y la fealdad

VIDA DE SOLTERAS

La insistencia y la fealdad

Por: Margarita Dundi

 

La insistencia y la fealdad son hermanas en el amor. Nadie mejor que yo lo sabe. Nunca desisto cuando un tipo me rechaza. Por lo general, hago diez intentos de conquista. Si todos fallan, descanso unos días y después retomo la seducción. Lo que algunas veces es contraproducente.

En realidad, la mayoria de las veces.

Una vez pasó al revés. A los treinta me enamoré de un “papafritero”; así lo llamaba con cariño. El tipo trabajaba en una rotiseria de un barrio vecino al mío. Era el que pelaba las papas. Él me enseñó a usar el pelapapas con excelencia. Hoy nadie me supera en el rubro. Podria agregar esta habilidad en mi currículum vitae.

El papafritero era, según mis amigas, incluso más feo que yo. La fealdad es proporcional a la insistencia. Él era muy insistente. Me enviaba dos porciones de fritas en vez de una con el lomito; además, en las cajas de cartón de las pizzas escribia canciones de Pimpinela. Increíble, pero cierto.

Por experiencia personal se que un feo tiene alta tolerancia al rechazo. Las negativas tales como: tengo novio/a, estoy ocupado/a o no me interesás son inocuas. Los feos sabemos que tenemos de forma anticipada un NO como respuesta. Por lo que nuestra autoestima está prevenida. No nos deprimimos fácil.

El papafritero luchó por mi amor (lo que es bastante poco) y triunfó. Le dije que era alérgica a las papas fritas en cuanto añadió la segunda porción gratis al pedido; le mentí diciéndole que tenia marido (no lo creyó); dejé de recibir los pedidos para evitar que el chico del reparto me entregara cartas de amor. Aún así, continuó.

El papafritero no se dio por vencido y yo estaba, como ahora, necesita de calor externo. En la primera cita me regaló una coneja de peluche. Con 30 años, yo ya tenia celulitis y adiposidades suficientes para donar. No podia aparecer en mi casa con un peluche. Se lo regalé a La Gorda. Todavia lo conserva.

Él me buscaba por casa con una camioneta tipo rural. Le faltaba el vidrio del acompañante, así que yo le pegaba con cinta una bolsa de plástico cada vez que viajaba con él. Salimos los veinte primeros días de Julio del 2004. Las veces que me resfrié fueron menos que aquellas en las que empujé el auto porque no arrancaba.

Lo nuestro fue breve, lo reconozco. Sin embargo, fue lo suficiente para comprender que nosotros los feos no nos damos por vencidos así nomás. La primera ley que deberia respetar un feo para perpetuar sus genes es: no rendirse ante la adversidad. Y cuando sos feo, todo es adverso. Para reconquistar a mis galanes implementaré esta ley.

 

2014.06.24 Las cábalas de los Dundi para el mundial

VIDA DE SOLTERAS

Las cábalas de los Dundi para el mundial

Por: Margarita Dundi

 

Todos los miembros de mi familia tienen cábalas para ver los partidos de fútbol. Sobre todo, si juega la selección Argentina. Hay una lista extensa de manias en los Dundi. Pero no están vigentes siempre, entre mundial y mundial desaparecen.

Mi papá usa una remera de Argentina que conserva del '78. Los colores apenas se distinguen; bien podria ser de Racing Club de Avellaneda o una remera de egresados del secundario. Me mataria si supiera que se la uso para limpiar la casa cuando no encuentro otra.

Tampoco nombra al rival para no darle entidad. Asegura que la única vez que lo hizo fue en el mundial de Corea-Japón y Argentina no pasó de la primera ronda. Dijo dos veces Suecia y un tipo que estaba más bueno que dormir la siesta en invierno, nos hizo un gol.

Además, deja en silencio el televisor y escucha el relato del partido por la radio. Él destaca que así se entera antes lo que sucede en el estadio. Intentamos muchas veces cambiar esta costumbre, pero es imposible.

A mi vieja no le importa el fútbol, es como yo, sin embargo en los mundiales es peor que cualquier barra brava: insulta, grita y pide que el director técnico cambie los jugadores. Ella se sienta, sin excepción, en el sillón colorado del living. No admite que otro ocupe su lugar.

Mi primo Germán es el peor de los Dundi. Siempre ve el partido de la selección en su casa. Tiene por regla general que el único sitio para ver al equipo Argentino de fútbol es allí y si por algún motivo no está en su casa, no lo mira. Se sienta en diagonal al televisor y cruza las piernas en los momentos peligrosos. Es decir, cuando el rival está próximo a hacer goles. Y las descruza cuando la selección Argentina ataca porque no quiere interceptar la buena onda. Con la comida previa al partido es igual. Come empanadas criollas cortadas a cuchillo de entrada y asado. Y diez minutos antes que arranque la disputa deportiva, se pone la remera de Argentina. La remera debe ser la actual, si es vieja la cábala es contraproducente.

Como mi tía Teresa tiene presión alta y los partidos de la selección la alteran, no los ve. Para evitar cualquier contratiempo y porque sabe que difícilmente alguno de nosotros la socorra, se pone de espaldas al televisor. Cuando gritamos, ella festeja y cuando estamos callados, ni habla.

Yo nunca tuve cábalas, pero para no ser menos en mi familia, busqué alternativas: Tomo siete tragos seguidos de agua cuando arranca el partido, no como espinaca y grito cinco veces cada gol. Hasta ahora, funcionó.

 

2014.06.26 No pasé de la primera ronda

VIDA DE SOLTERAS

No pasé de la primera ronda

El Mundial o Julia Roberts...

Por: Margarita Dundi

 

El primer partido de la Selección argentina lo vi con toda mi familia en casa. El asado lo hizo mi viejo y la pasta flora para el postre la puso mi prima Paola. Las vuvuzelas que sobraron del mundial pasado invadieron el living, junto con unas guirnaldas que quedaron de mi cumpleaños de quince.

La primera discusión la encabezó mi tío Pepe que se quejó por la ausencia de Carlitos Tévez en el equipo. Mi primo Andrés no estuvo de acuerdo y se pelearon. Mi tía Pequeña apareció con una nueva imitación, pero quedó trunca porque los ánimos se caldearon. “Chau Nacha Guevara”, soltó con decepción.

El segundo encuentro de la Selección lo chusmié en el televisor 14 pulgadas del verdulero. Nunca estuve tanto tiempo comprando papas. Cacho mantuvo las piernas cruzadas, por cábala, durante los 90 minutos. Después de ese día, lo veo con otros ojos. Espero que la necesidad de calor externo no apremie porque no respondo…

Me preparé los dos primeros partidos porque arreglé con Roberto ver juntos el tercero. Memoricé cada detalle de los jugadores argentinos (los shorts sobre todo); ubicaciones dentro del campo de juego, clubes en los que participan y estado civil. Y -en particular- aprendí la fecha de nacimiento de Messi y cuanto calza.

También incursioné en los programas deportivos. Descubrí que pasan la misma información durante 24 horas y que los conductores se sorprenden lo mismo. Sin embargo, advertí que muchos de los noteros están más buenos que dormir la siesta en invierno.

Para el partido con Nigeria fui a la casa de Roberto. Llevé comida porque su heladera parece nueva de lo vacia que está.  Me senté en el sillón y agarré el control remoto. Estaban pasando en otro canal Mujer Bonita, mi película favorita. Roberto se sentó a mi lado y puso el partido. Lo cambié a la película. Él lo volvió. Así lo hicimos un par de veces hasta que se convenció de ver a Julia Roberts.

Cuando terminó la peli, de onda, lo cambié al partido. Lo dejé solo en el sillón y me fui a la lavar los platos. Puse música para pasar el rato y le pedí que bajara el volumen de la tele porque me tapaba a Valeria Lych. El apagó el televisor para no molestarme, no obstante, me pidió que me fuera de su casa.  No entiendo que pasó.

 

2014.06.26 Operación Celular

VIDA DE SOLTERAS

Operación Celular

Por: Margarita Dundi

 

Hurgar no es un lindo verbo, pero si le anexamos: “el celular del saliente de turno”, la cosa cambia. Y cambia bastante. La regla dice que: Sólo hay que inmiscuirse en un teléfono ajeno cuando hay incertidumbre sobre la fidelidad. Que tu pareja sonria al mirar la pantalla del teléfono habilita la inspección.

Lo esencial de la investigación es encontrar el cómo y el cuándo realizar la tarea para no exponernos. Un error puede generar una contienda pasajera o hasta el deceso del vínculo amoroso, lo que a veces es mejor. El plan será exitoso si se toman todos los recaudos. No hay que subestimar a un rival porque nos puede sorprender.

Primero hay que asegurar el perímetro. La distancia que nos separa de nuestro enemigo debe ser considerable, ya que si se percata de nuestra maniobra, deberemos reaccionar de inmediato. Si nota el espionaje y está cerca de nosotros, la arremetida será infranqueable y nuestro margen de reacción será nulo.

En cambio, actuaremos con mayor libertad al disponer de tiempo. Si el enemigo está en una habitación contigua y los sonidos del celular lo alertan, demorará en encontrarse con el teléfono. Esos segundos, devenidos en minutos, nos permitirán inventar escusas salvadoras y evitar hostilidades.

“Se cayó al suelo y lo levanté"; “Pensé que era el mío (sólo si ambos celulares son iguales)"; “Te lo iba a alcanzar”; “Estaba mirando el protector de pantalla”; “Me quiero comprar un teléfono como este”; “Queria sacarme una foto para acompañarte a donde vayas”, etc, son opciones válidas.

La estrategia se aborta ante la mínima sospecha del oponente. Cuando el otro duda, cualquier cosa que hagamos nos perjudicará en el campo de batalla. Es preferible retirarse. El celular por un lado y nosotros por el otro, como dos desconocidos. La tregua es un camino a la victoria.

El miércoles estuve a prueba en la casa de Roberto. El partido de la selección Argentina contra Nigeria me reunió con él y con su teléfono celular. Ese cuadrado negro, en apariencia inofensivo, estaba apoyado sobre la mesa, atrincherado entre el salero y la vinagrera. Detrás de las servilletas baratas de papel.

Yo estaba acovachada en el sillón, pero no perdí de vista el objetivo. El teléfono sonó un par de veces y Roberto lo revisó. Luego, puso la pantalla boca abajo para anular mi campo de observación. Esto en vez de provocar mi retirada, me incentivó a contraatacar. Sin embargo, nunca me dejó sola para poder hurgar el teléfono. Perdí una batalla, pero la guerra continuará.

 

 
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