2014NOVIEMBRE

2014.11.03 Quiero volver al fijo!

VIDA DE SOLTERAS

Los domingos son para las novias

Por: Margarita Dundi

 

Hay dos tipos de llamadas que me preocupan. No sólo me preocupa el motivo que la generó, me preocupa la llamada en sí misma. Si la llamada ocurre o si no, me preocupa. En el primer tipo están contenidas las llamadas de los salientes y en el segundo las llamadas laborales.

Me preocupa esperar que un tipo me llame para verme de nuevo. Que el tipo efectivamente me proponga una cita, también me preocupa. Con Jack de Titanic me pasó lo mismo. Me preocupé cuando estaba por morir y cuando lo hizo.

Si me llama el saliente implica que le gusté, o sea, quiere avanzar en la relación. Esto significa descardamiento profundo y presentarle mis padres. Y si el tipo no me contacta, implica que no le intereso para nada y me preocupa no gustarle.

Con las llamadas laborales siento lo mismo. Desde hace una semana busco trabajo. Mi currículum vitae (C.V.) es impecable. Estoy para presidir el Tribunal de la Haya. Si mi vieja pudiera, nos someteria al Tribunal cada vez que nos olvidamos de reponer el papel higiénico o cuando la ropa sucia se acumula en el canasto.

Envié mi C.V. a cuanta búsqueda laboral encontré, pero los primeros días sólo me telefonearon desconocidos dispuestos a venderme cosas que no necesito. Esa espera del llamado laboral, me preocupa. A su vez, si me llamaran, no sabria como reaccionar.

Cada vez que suena el teléfono pienso que me ofrecerán un empleo. Esos segundos que transcurren desde que escucho a Valeria Lynch (la tengo de ringtone) hasta que contesto, repaso mis horarios para acordar una entrevista.

Cuando me llaman de un número privado hay dos alternativas: vendedores con alta tolerancia a mis negativas y selectores de recursos humanos dispuestos a incomodarme. Yo prefiero estos, aunque son los otros los que abundan.

En cambio, cuando el número es perceptible a pesar de no reconocerlo, me preocupo, pero por sobre todo me ilusiono. Ni la dejo cantar a Valeria. Sin embargo, hasta ahora fueron llamadas equivocadas.

Ayer me llamaron y me preguntaron si se habian comunicado con el Servicio Meteorológico. Le dije que si porque estaba enojada y corté. Hoy me llamaron a las seis de la mañana para saber el pronóstico extendido. Las llamadas al celular me preocupan, quiero volver al fijo y que atienda mi vieja.

 

2014.11.10 Quiero ser el sándwich de miga del bolichero

VIDA DE SOLTERAS

Quiero ser el sandwich de miga del bolichero

Por: Margarita Dundi

 

Ciertas mujeres pueden noviar con ciertos hombres y viceversa. Por ejemplo, las vedettes están habilitadas para jugadores de fútbol, pero sólo en casos excepcionales, para puesteros de choripanes (yo les entraria a los puesteros y a los chori). Las modelos manejan tres grupos de hombres: músicos, modelos y cantantes.

Las lindas se vinculan con los lindos y cuando eso fracasa, traban amistad con la billetera de un feo y se enamoran. A veces el feo se enamora de la billetera de la dama. Los jefes suelen maravillarse con sus secretarias. El guardapolvo del médico seduce a las enfermeras. Los puestos gerenciales despiertan pasiones en los interesados.

Las de “medio pelo”, como yo, miramos a los lindos y alguna que otra vez, los seducimos. Pero, en general nos vinculamos con los de “medio pelo”. Los de “medio pelo” somos comunes como los sándwich de miga. No detenemos el tránsito, pero ¿quién no se comió alguna vez un sándwich de miga?.

Lo que más me interesa es saber cómo es la mina que sale con un bolichero. Para mi tiene que tener onda y usar ropa varios talles menos que el indicado. La última pupera que usé fue porque se me encogió la remera al lavarla con agua caliente. Mi viejo me miró y me dijo: “Atado con alambre”. La tiré.

Además, tiene que tener tres capas de revoque, pero parecer natural. No puede usar “chatitas”. Tiene que lucir zapatos con taco alto y una ausencia total de callos y juanetes para aguantarlos. Debe estar bien peinada aunque la humedad supere los valores máximos establecidos.

Debe estar bronceada o saber distribuir bien el autobronceante. La última vez que usé un autobronceante terminé como Frankenstein. Cada parte de mi cuerpo tenia un color distinto, como si perteneciera a varias personas.

Y por sobre todo tiene que ser muy social. Tiene que manejar las relaciones públicas. No debe impresionarse con la saliva ajena. Hay quienes -como mi viejo- saludan y depositan en la mejilla saliva mezclada con algunos restos de los alimentos que mastican.

Quiero ser el sándwich de miga para Fran. Es tarde y aún no me llamó. Si no lo hace, ¿qué hago con la calza satinada y la remerita que me compré?. Las saqué en nueve cuotas con la tarjeta. Suena el teléfono. Es él.

 

2014.11.12 Los domingos son para las novias

VIDA DE SOLTERAS

Los domingos son para las novias

Segunda cita y vamos por más...

Por: Margarita Dundi

 

Cuando un tipo te dice “te llamo”, no es una frase, es una promesa. El onceavo mandamiento deberia ser: “Llamarás a toda mujer con la que compartas una cita”. Los tipos sueltan con impunidad un “te llamo” como nosotras un “voy al baño y vuelvo” en una fiesta.

El bolichero Fran (¿lo recuerdan?) juró telefonearme el jueves. Pero, ¿por qué eligió un día en particular?. ¿No podia directamente hablarme cuando quisiera?. Nunca me resultó tan larga la semana. En realidad, los hombres la tienen clara. Organizan los planes amorosos según los días.

Los fines de semana son exclusivos para las novias declaradas. Los lunes, martes y miércoles están designados para chapes furtivos y salientes ocasionales que desaparecen como la elasticidad en la piel. Los viernes les pertenecen a las “no oficiales con conocimiento de causa” y los jueves son de los “huesos”.

Me mandó un mensaje el jueves. “Soy hueso”, grité. La cosa cambió cuando me propuso vernos el viernes. “Te busco por tu casa y comemos en el boliche”, escribió. Le confirmé. Maneja un auto que publicitan en la televisión. Abrió la puerta del acompañante y subí.

Estacionó en frente del boliche. La gente, que esperaba para entrar, se corrió hacia los costados para darle paso. “Moisés, un poroto”, murmuré. “Acá no se comen porotos, tenemos sushi”, aclaró. Nunca tuve la frente tan alta, hasta le pisé a propósito el pie a una mina linda.

Teníamos una mesa preparada. Nos sentamos enfrentados. Sin querer, me rozó las manos y al notar que estaban frias, las tomó entre las suyas para darme calor. “No me las lavé”, me sinceré. Debe ser limpio, porque las soltó rápido.

Me preguntó si pensé en casarme. “Yo, sí”, arrancó. Me contó que conoció a una brasileña en Punta del Este y que se enamoró. Se mudó a Brasil, pero cuando llegó, ella ya tenia novio. Le dije que nunca viajé a Uruguay, que lo mío es La Bristol. Anunció que, si todo marcha bien, me lleva.

“Me gusta tu espíritu femenino”, soltó. Ante semejante declaración, dejé de sacarme la mugre que tenia en las uñas con el palito del sushi. “Quiero que me acompañes a una charla de autoayuda el domingo”, insistió. Acepté en seguida: los domingos son para las novias.

 

2014.11.17 Cosas que les prohibimos a los hombres

VIDA DE SOLTERAS

Cosas que les prohibimos a los hombres

Por: Margarita Dundi

 

A las mujeres nos gusta ponerles límites a los hombres. Es más fuerte que nosotras. Hay una serie de prohibiciones que sufren los hombres de parte nuestra. Por ejemplo, no queremos que la ropa interior que usen esté vieja y rota. Sin que lo noten, nos deshacemos de ella.

También les impedimos que usen la ropa nueva para cualquier evento. Les pedimos que distingan un café con los amigos de la cena con los compañeros de trabajo en la casa del jefe. No pueden usar la misma camisa para trabajar que para festejar Año Nuevo.

Los privamos de meterse a la cama con el pantalón que tuvieron puesto todo el día. No pueden acostarse con la remera con la que callejearon. Tampoco pueden meterse entre las sábanas con los pies sucios. Las medias deben estar limpias. Las medias del fútbol son para jugar, no para dormir.

A su vez, les prohibimos la conservación de prendas en desuso. La idea es que donen lo que no utilizan. No queremos una acumulación de pulóveres color bordó, que la madre o la tía les regalaron hace una década. Esos pulóveres -todas sabemos- que tarde o temprano desaparecerán de forma misteriosa del ropero.

Les prohibimos lavarse las partes pudendas en la pileta del baño, cosa que les fascina hacer. En el mismo sentido, los privamos de usar la toalla de manos para secarse, de forma desvergonzada, cualquier parte del cuerpo. Otra tarea que les dificultamos es lustrar los zapatos cerca de la cama. Y mucho menos pueden asentar el betún sobre el acolchado.

Además, les prohibimos tomar directamente del pico de la botella que está guardada en la heladera. Les prohibimos lavar sin detergente el vaso que usaron. Queremos que lo recorran con la esponja y no sólo con la mano, para que quede impecable.

Tienen prohibido ensuciar la tapa del inodoro y hacer como si nada hubiese pasado. No hay peor cosa que sentarse en la tapa y descubrir que está húmeda por la presencia de sustancias desconocidas. Incluso tienen prohibido dejar el piso del baño mojado, tras bañarse.

Por último, tienen restringido el uso indiscriminado de la cuchara en el frasco de la mermelada. No pueden meterse la cuchara en la boca y después introducirla vez tras vez dentro del frasco con impunidad.

 

2014.11.28 La Gorda insiste con tener un hijo

VIDA DE SOLTERAS

La Gorda insiste con tener un hijo

Por: Margarita Dundi

 

Lo lindo de reunirse con las amigas tras un impasse es comentarles novedades. No quise presumir, pero les tiré que soy la saliente de un bolichero. Como hace algunas semanas -sin motivo alguno- cada una se cortó por su lado, ninguna supo como terminó mi historia con el ferretero.

Hasta yo me olvidé si él me dejó o si fui yo quien lo abandoné. Obvio que fue él. En realidad, ni siquiera me “limpió”, simplemente no me habló más y eso fue suficiente para que nuestro incipiente vínculo cayera, como una tostada repleta con manteca, al suelo.

“Yo estoy buscando”, soltó La Gorda. Le pregunté qué habia perdido. “Un hijo”, sentenció. Mi tema con Fran (el bolichero) pasó a un segundo plano. La vez que tengo un candidato cuya foto puedo exhibir con orgullo, a nadie le importa.

Armamos una ronda con sillas de plástico y nos sentamos. Parecíamos un grupo de autoayuda. Definimos los turnos para contar cómo estábamos. Yo quedé para el último, cosa que no me importó porque tenia pensado comer como si fuese el 31 de diciembre de 1999 y el mundo se terminara al día siguiente.

Sole la inquirió: “Antes de traer un niño al mundo, te tenés que casar”. La Gorda la miró como si le estuviesen ofreciendo una compotera con flan y le mezquinaran el dulce de leche. La Gorda le explicó que quiere un bebé, no una fiesta. Con esa respuesta se armó el debate.

De un lado estábamos las que nos queremos casar y del otro, las que no. Naty y La Gorda no piensan en el matrimonio; Sole y yo queremos pasar por el registro civil mañana. Ellas argumentan lo de siempre: que es sólo un papel. Yo les expliqué que hay dos papeles importantes: el higiénico y la libreta de casamiento.

Sole es la más preparada para encarar una boda. Tiene una carpeta en donde acumula todo: un boceto del vestido de novia que le gusta, el diseño de las invitaciones y de los sourvenirs. Yo tengo claro que, mientras alguien camine a mi lado hasta el altar, todo lo demás es insignificante.

“No nos estamos cuidando” precisó La Gorda y nos silenció. Todas entendimos que la cosa va en serio. Y agregó: “Si es mujer se llamará Ayelén y si es hombre, Joel”. La noticia me desorientó. Sin embargo, toda mi preocupación desapareció cuando La Gorda dijo que seré la madrina.

 

 
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