2014MAYO

2014.05.02 Un "cancán" para cada edad

VIDA DE SOLTERAS

Un "cancán" para cada edad

Por: Margarita Dundi

 

No sólo la bombacha cambia cuando crecemos, pasa lo mismo con el cancán. El cambio del bombachón a la tanga marca no sólo un sentimiento de cuidado al medioambiente (ahorro de tela), sino que también significa que estamos más grandes y tenemos predisposición a exhibirlas. El reemplazo de una panty por otra, también habla de nuestra edad.

Cuando era chica, el cancán de algodón, grueso, áspero y de color blanco era una fija. No habia un cumpleaños, festejo de Fin de Año o algún aniversario que no me lo calzara. Y como eso no me bastaba, encima del cancán usaba unas medias blancas con puntilla. Y qué decir cuando se rompia. Era el final de todo.

A veces ocultaba la rotura colocando un alfiler de gancho por el interior. Y cuando no era posible, era trabajo de la pollera escocesa menguar la visibilidad del agujero. La pollera escocesa y el cancán blanco eran inseparables, tanto como la malla y la depilación. Sin embargo, cuando tenia alrededor de quince años, el cancán blanco encabezó la lista de ropa inutilizable junto con: las remeras con dibujos infantiles, los moños grandes en el pelo y las dos colitas.

Y emergieron como mi actual celulitis: los enteritos de jean y los pantalones apretados de tiro alto, bien a la cintura (hoy tendria que encontrar la cintura). Tampoco faltaron los vestidos cortos de pana y las camisas grandes. Las medias blancas con puntilla volaron por las polainas de colores y la campera de jean me acompañó hasta que un día fueron más los huecos que la tela y el largo de mis brazos superó al de la campera. Como en la secundaria usé -como parte del uniforme- pollera, recurrí al cancán color marrón (bronceado caribe), que usaba mi vieja. Pero no sólo era muy oscuro, sino que a su vez era brilloso. Mis manos y mi rostro eran de un color y mis piernas tenian tres tonos mas; lo odié.

Recientemente descubrí que existe un cancán salvador, no tanto como los corpiños con push up, pero tienen lo suyo. Oculta la celulitis; es más opaco que el común, lo que beneficia el no descardamiento y evita que se trasluzcan las arañitas, las manchas de la piel y la celulitis. Es sin duda, un cancán para usar pasados los 30 años.

No menos efectiva es la panty reductora. Parece una calza y apenas te deja respirar. Cuando lo compré, la vendedora me dijo: “Levanta, ajusta, ciñe y modela”. Parecia más el resultado de una sopa de letras, que los beneficios de la prenda. Con casi cuatro décadas encima, este cancán, descartado cuanto tenia veinte años, resulta una prenda universal.

Otra historia es cuando se te rompe en medio de una cita…

 

2014.05.09 Mis pendientes a los 40

VIDA DE SOLTERAS

Mis pendientes a los 40

Cosas que no pude concretar.

Por: Margarita Dundi

 

Lo peor de llegar a los ocho lustros (esto definitivamente no suena bien) es tener pendientes. Todos tenemos una lista con todo lo que nos gustaria hacer y dejamos de lado. Pensé que lograria ciertos objetivos, aunque hoy descubro que me quedaron situaciones por experimentar.

No me subí a una montaña rusa que no fuera para niños menores de dos años acompañados por un adulto. Nunca me acerqué al “Tren Fantasma” porque moría de miedo. Es más, jamás pisé un parque de diversiones cuyo atractivo principal no fueran los autos chocadores.

No aprendí a hacer el budín tricolor que me enseñó mi vieja. La primera vez lo dejé cocinar durante cuatro horas (no exagero) y lo saqué crudo. Una vez erré en la proporción de zanahorias y el budín quedó bicolor. Y la última vez me olvidé de prender el horno, por lo que no se hizo.

Tampoco logré utilizar el año completo que pagué en el gimnasio. El 2013 no fue la excepción; gasté mis ahorros y me anoté en GAP (sigla tan complicada de descifrar como OTAN) con el profe Cloroforme y duré sólo unos días.

No memoricé los pasos del Pericón Nacional. Lo bailé a los 17 años, en la secundaria. En esa ocasión perdí mi pareja y terminé bailando con otro chico, uno que transpiraba más de lo soportable. Abandoné antes de que finalizara la canción.

Hasta hoy no distingo los distintos tipos de destornilladores que existen. No entiendo la diferencia entre el Fisher, el Phillips y los otros. Soy incapaz de sacar un tornillo y menos respondo con eficiencia cuando alguien me encarga alcanzarle uno.

Si hay algo que demuestra mi incapacidad son los instrumentos musicales. No aprendí a tocar ninguno. En el colegio me enseñaron a tocar la flauta, pero a pesar de los miles de intentos, no se hacerlo. Lo mío es tararear las canciones.

Desconozco como realizar barquitos de papel. Tampoco se hacer aviones, lo que no me consuela. Mucho menos accesible es concretar una grulla de papel. En el colegio odiaba tener plástica o la plástica me detestaba.

Durante estos cuarenta años no terminé una maratón. Participé de algunas; dos para ser precisa. En la primera corrí cinco cuadras y en la segunda dos. Sin embargo, lo hice con grandeza como los grandes deportistas, con la remera cubierta de sudor y con la respiración agitada.

Por último, no conseguí salir de lunes a domingo. Ni siquiera cuando tenia 20 años mi cuerpo resistió el sueño. Él es más fuerte que yo, se aprovecha de mí y me seduce. ¿Cómo evitar la sensación placentera producida por el poliéster y el algodón que tiene las sábanas?. Soy una catadora profesional de almohadas.

 

2014.05.16 La Dundi y La Gorda aprenden a nadar

VIDA DE SOLTERAS

La Dundi y La Gorda aprenden a nadar

¡Al agua pato con malla o bikini!

Por: Margarita Dundi

 

Cada vez que digo que no sé nadar, la gente se sorprende. ¿Cómo puede ser?. Me recriminan. Cansada de escuchar lo mismo, y porque en el club dispusieron una promo 2x1 de natación, nos inscribimos con La Gorda para aprender a nadar.

"¿Usamos malla o bikini?", le pregunté. Me miró por encima del hombro, seria y levantando apenas la ceja derecha, “Yo, malla entera”, contestó. Ninguna tenia el “kit pileta”: antiparras, gorra de baño, tapa oidos, bolso y la malla.

Toda la tarde nos llevó encontrar dos trajes de baño que zafaran. No estábamos conformes, pero los negocios cerraban y eso aceleró nuestra decisión. Una malla enteriza para La Gorda, recorrida por un par de líneas blancas -que la vendedora sugirió le afinaban la figura- y una malla de dos piezas para mí, con volados a discreción.

Hoy a la mañana arrancamos con las clases. Le propuse a La Gorda que entráramos a la pileta con la canción de Baywatch, pero lo consideró un exceso. Yo entré envuelta en una toalla roja y La Gorda con una de los Ositos Cariñosos que le regaló la madre.

Lo primero que vi al entrar fue una zunga de color azul. Me impresioné. El susto fue mayor cuando descubrí que la portaba Don Mario, el kiosquero de la esquina. El mismo que me regala caramelos cuando no tiene monedas para el vuelto.

Cuando me reponia, apareció él. Fue una imagen celestial. Un morocho cincuentón, de piel tostada, ojos marrones y con dentadura propia. Tenia un short de color negro, adaptado estratégicamente a su cuerpo. Se presentó como el profe Alejandro.

El resto de nuestros compañeros estaban en el agua y La Gorda y yo permanecíamos envueltas en las toallas, al costado de la pileta y a punto de apropiarnos de unos flota-flota. "¿Empiezan hoy?", nos inquirió. "", le dijimos. "Yo me quiero tirar de cabeza", lo primerié. Proseguí: “Nunca me metí en las ollas de los rios; sólo las uso para cocinar salchichas”. De inmediato nos pidió que entráramos en la pileta. “Yo a la parte honda no me meto ni loca”, le aclaró La Gorda.

El profe le dio al resto una consigna y a nosotras nos dijo que nos iba a quitar el pánico. Fuimos caminando, por fuera de la pileta, hasta la parte más profunda. Apenas me distraje, La Gorda se separó de nosotros y se escondió en el baño. Quedamos sólo los dos. Me agarró la mano y me susurró: “Saltemos juntos que no pasa nada”.

Respirá profundo para tomar valor”, me recomendó. Yo lo miraba a él, a su short y a la pileta, de forma alternativa.

Es un salto de bautismo”, bromeó. Yo tenia piel de gallina y mis dientes se chocaban entre sí. “A las tres saltamos”, gritó. Después del dos, inspiré, me agarré del flota-flota y nos tiramos al agua. Lo próximo que sentí, fue libertad.

Cuando abrí los ojos entendí que la libertad no era simbólica, sino que se me habia desabrochado la parte de arriba del bikini. Don Mario se habia percatado de mi desliz y no lo disimulaba. Como pude, recuperé el bikini y el profe me alcanzó el relleno, que también se habia salido del corpiño. Mañana me compro una malla enteriza.

 

2014.05.16 Las típicas frases mentirosas

VIDA DE SOLTERAS

Las típicas frases mentirosas

Un detalle de las falsedades que solemos escuchar.

Por: Margarita Dundi

 

No todo lo que decimos es verdad. Detecté ciertas frases que son falaces en determinados contextos. Y hoy, tras decir algunas, decidí compilarlas y armar una especie de manual. Detallo las más importantes:

“No me duele”: la frase es mentira si la receptora de la misma es una depiladora. Tampoco es creíble cuando la escuchamos en una conversación mantenida entre una peluquera y su clienta mientras le está haciendo reflejos. Es igual de inverosímil si un paciente se la dice a su odontólogo en plena extracción de la muela de juicio.

“No me convence”: la frase es mentira cuando surge en un probador de ropa. Lo que sucede en realidad es que la prenda es más pequeña que el cuerpo receptor del artículo. También, la frase es mentira si aparece luego de ver el precio del producto en la etiqueta.

“Sos el primero”: la frase nunca es cierta, pero suena lindo al oido. Cuando te dicen que sos el primero en la lista de atención del médico, llegás al consultorio y alguien entra primero que vos. También es mentira cuando te aseguran que te van a llamar apenas se genere un puesto laboral. (Esta frase puede aplicarse a otros ámbitos).

“No tengo monedas”: es mentira cuando la frase está dirigida a un quiosquero o a un taxista. La mayoria de las veces no hay ganas de buscarlas o simplemente emerge un gesto claro de enriquecimiento intrascendente que se apodera de la generosidad.

“Todo lo que ves es mío”: esta frase es mentira cuando las mujeres, al decirla, señalan sus atributos. También es mentira cuando la expresan los hombres mientras enumeran todos sus bienes personales.

“Sólo te miro a vos”: esta frase es mentira en todos los casos. Tanto hombres como mujeres miramos, con mayor o menor disimulo, a quien nos resulta atractivo. Claro que las mujeres disimulan mejor.

“No conozco ese tipo de lugares”: esta frase es mentira si la afirmación está vinculada con esos sitios donde el amor se tarifa por hora. A su vez, es falsa cuando un ludópata la expresa al pasar frente a un casino.

“Te quiero como sos”: esta frase es mentira cuando está dirigida a las parejas que se esfuerzan por adelgazar o por retornar al gimnasio. También escapa a la verdad cuando se la comunicamos a los padres mientras nos están sermoneando.

“No siento nada por mi ex”: esta frase es mentira siempre. Se puede ir de un extremo a otro; de solicitar que lo extraditen a Marte o de ignorarlo por completo. No obstante, es difícil que los “ex” pasen inadvertidos.

“Quiero parecerme a vos”: esta frase es mentira si ese “vos” se refiere a la madre.

 

2014.05.19 Tres novios y cuarenta años

VIDA DE SOLTERAS

Tres novios y cuarenta años

Crónica de un “cumple” amontonado.

Por: Margarita Dundi

 

Los primeros 30 años de vida se festejan; los sucesivos se sufren. Y a partir de los 50 no se suman años, se pierden. Mi vieja siempre me dijo que después de cumplir los 15, el tiempo pasaba “volando”. Tenia razón.

La disyuntiva principal que surge en un cumpleaños es la colocación o no de las velas en la torta porque exponen los años. Opté por las bengalas, para que mi edad fuera un enigma. Sin embargo, mi mamá colgó una cartulina en el living que aniquiló mi estrategia: “Dundi, felices cuarenta”.

Los primeros minutos de mi cumpleaños transcurrieron sin gloria.

Hace unos años, los integrantes de mi familia se peleaban por saludarme a las doce. El teléfono fijo de casa sonaba, yo atendia y antes de saludarme, me preguntaban si eran los primeros en hacerlo. Ahora, ni un sms mandan.

Me desperté con un mensaje de texto enviado desde internet por Roberto. Me deseó feliz cumpleaños y me puso: “Que lo pases de Diego”, en clara mención a Maradona. Juan Carlos me llamó y Charly me sorprendió con un desayuno sorpresa. La sorpresa fue lo feo que estaba. “A las nueve los espero”, les aclaré a todos.

Aparecieron mis tíos, mis primos, La Gorda, Naty y Sole. Cuando mi tía “Pequeña” inició la imitación de Mirtha Legrand, tocó la puerta Juan Carlos. Mi mamá repitió la frase: “Dundi, un chico te busca” que dijo cuando mi primer novio apareció en casa. Juan Carlos me regaló un escabeche de berenjenas que hizo su mamá.

Una llamada perdida de Roberto frenó de nuevo a mi tía. Roberto estaba afuera de casa, lo invité a pasar y lo ubiqué lo más lejos que pude de Juan Carlos. Lo senté entre mi tía Pequeña y mi mamá.

Mi vieja en voz baja, casi tartamudeando, me avisó que me buscaba otro chico. Era Charly y no estaba solo. “Vine con mi hijo”, me aclaró. Se me cayeron las medias. Nunca me comentó nada al respecto. Traté de reponerme de la noticia, giré la cabeza y vi que Juan Carlos y Roberto conversaban.

El hijo de Charly corrió a tocar a mi perro que estaba acostado a los pies de Roberto; Charly fue tras él. Pensé en fingir un desmayo, pero no funcionaria. Busqué la torta y empecé a cantar el Feliz Cumpleaños. Aún sorprendidos, todos me siguieron. “Que pida los tres deseos”, gritó mi viejo. En ese momento, algo pasó… (continuará)

 

2014.05.23 La verdad de la milanesa aparece cuando te peleás

VIDA DE SOLTERAS

La verdad de la milanesa aparece cuando te peleás

Por: Margarita Dundi

 

Los problemas de pareja de mis amigas también son míos. Cuando alguna de ellas discute con su peor es nada, me identifico con el motivo de conflicto.

Y por lo general, son ellos los responsables.

Sin embargo, la mayoria de las veces una ya sabe cuales son los puntos flojos de los salientes y se los calla hasta que el tema explote.

Hay dos tipos de respuestas ante las preguntas de las amigas. La contestación real sólo surgirá luego de que la protagonista de la pelea -o sea, tu amiga- lo afirme enojada. Un ejemplo claro:

- Pregunta normal: ¿Te parece que mi novio se junta mucho con los amigos?.

Respuesta de amiga: Sale, pero es bueno con vos.

 

- Aserción: Estoy cansada que siempre salga con los amigos.

Verdadera respuesta: Es un chanta. Todos los sábados desaparece.

 

- Pregunta normal: ¿Lo ves gordo a mi novio?.

Respuesta de amiga: Está bien así.

 

-Aserción: Está gordo.

Verdadera respuesta: Cada día está más gordo. No se cuida porque ya no le interesás.

 

Esta semana fue La Gorda quien se distanció con su novio porque él no soporta a la mamá de La Gorda. Detesta jugar todos los viernes a la loteria con ella y comer pizzas todos los sábados por la noche. Parece que tampoco le cae en gracia visitarlo los domingos.

"Inexplicable su comportamiento", le aseguré a La Gorda. Aunque si yo estuviera en el lugar de él, preferiria descardarme completa antes que pasar media hora con la vieja. En su diccionario personal no existen las palabras: silencio, resumen y escucha activa.

Le dije a La Gorda que era evidente que él, desde un comienzo, odia a su madre. Para evitar el enojo de La Gorda nunca lo insinué. Ojo, no es cobardia, es sólo que no la soporto cuando llora. La pelea conyugal es el momento propicio para sacar los trapitos al sol y eso hice.

También Naty le quitó colaboración a su novio. Según ella, el tipo pasó de ser un defensor a ultranza de todo tipo de reivindicaciones sociales, a ser un vago que siempre busca excusas para no trabajar. Está en cuanto festival social se organiza, aclaró.

Le dí la razón primero porque él no es mi amigo y segundo -y principal- porque siempre lo pensé. Está más pendiente de los fines de semana, de los feriados puentes y de los días no laborales que de laburar. Además, lo critiqué porque me presentó a Charly.

Por otra parte, las chicas están enojadas con Charly porque me ocultó que tiene un hijo. De un momento para otro descubrí que soy madrastra. Y siempre pensé que las madrastras son feas, viejas y malas. Tras conocerse este temita, mis amigas concluyeron que lo intuían (no se como). Cuando nos amiguemos, estas opiniones desaparecerán y todas actuaremos como si no recordásemos lo que ya mencionamos.

 

2014.05.29 Mi cumple: segunda parte

VIDA DE SOLTERAS

Mi cumple: segunda parte

Por: Margarita Dundi

 

Se me juntó el ganado en la fiesta.

Mientras los invitados me cantaban el Feliz cumpleaños, yo estaba inclinada sobre la torta, ocultándome de mis galanes. Ignoro si es mejor cantar el Feliz cumpleaños con los invitados o simplemente sonreir hasta que terminen. Esos minutos de incertidumbre son los mismos que separan a dos personas del primer beso.

Que pida los tres deseos”, gritó mi viejo. Cuando saboreaba el segundo anhelo en mi mente (el primero fue ser lampiña), Roberto interrumpió y dijo: “Pedí ser mi Claudia”. Su demanda pasó inadvertida en medio del bullicio.

Mi vieja encendió el interruptor de la luz con los aplausos finales. Mi tío Pepe aprovechó para sacar mil fotos, hasta que mi tía Pequeña lo apabulló a lo Mirtha Legrand: “No, no, así no, de perfil, no”. Y agregó: “Acordate cuando me escrachaste con la malla roja en Mar del Plata. No soy rencorosa, pero si memoriosa, Pepe”.

Juan Carlos fue el primero en recibir torta porque se tenia que ir. Me encargó otra rodaja para su mamá. Encerré un pedazo generoso de torta entre dos platos de plástico y lo acompañé a la puerta. Un problema menos, pensé.

Charly y Roberto conversaban sin parar. El hijo de Charly no paraba de saltar en los sillones. Mi tío Pepe nos ametrallaba con fotos. Mi mamá queria saber cual era mi novio. La Gorda queria hurgar los regalos y mi tía Pequeña anunciaba que era la última vez que imitaba a Mirtha Legrand.

Roberto juntó coraje y retomó la pregunta, esta vez para que todos la escucharan. “Dundi, ¿querés ser mi Claudia y yo tu Diego (Maradona)?”. Me gusta llamarme Dundi, respondí. Mi papá se metió en la conversación y explicó que me regalaba al mejor postor porque el pescado estaba sin vender y se iba a vencer.

Y como si el cuestionamiento hubiera sido poco, el hijo de Charly me indagó si yo era su nueva mamá. Roberto me miró, se levantó de la silla y se fue como lo haria Gabriel Corrado en Perla Negra al discutir con Andrea del Boca.

Charly comprendió lo ocurrido. Le agarró la mano a su hijo y se excusó por la hora, aunque el niño estaba más despierto que yo. Al final, sólo pedí un deseo; los regalos fueron de medio pelo; me quedé con una porción menos de torta; fui madrastra por sólo unos segundos y me convertí en infiel.

 

2014.05.30 Distracciones a propósito

VIDA DE SOLTERAS

Distracciones a propósito

Hay situaciones que nos exigen disimular.

Por: Margarita Dundi

 

Con la pregunta ¿qué le estás mirando a mi marido? comenzó todo. Mi prima Paola observó que mis pupilas estaban clavadas en la mitad inferior de Luis, el bombón de su pareja. “Me quiero comprar esas zapatillas, aunque sean para hombre”, expliqué. Me hice la otra, la distraida, pero ella se dio cuenta.

Paola me acusó de pervertida y de otras cosas que son ciertas.

Fue más fuerte que yo. Él tenia puesto un pantalón de jogging. Acababa de salir del gimnasio y pasó a buscar a mi prima por casa. Ella le dijo a mi mamá que queria pedirle una receta, pero en realidad necesitaba hacer tiempo hasta que él se desocupara.

Mi vista fue directo ahí, a ese lugar. Como dice mi primo Andrés, nada es más revelador en un hombre que un pantalón de gimnasia. En cuanto mi prima me detectó, mi mirada decayó al suelo y elogié sus zapatillas. Para disimular, le pedí que me las dejara probar para sentir cómo me calzaban. Me quedaban enormes. Mi prima no me quitó la vista de encima.

No es la primera vez, cada tanto me hago la otra. Hace unos días me compré una cartera y en la primera de cambios le rompí el cierre. La vendedora no se percató, así que la primerié y le comenté que el cierre estaba fallado. Ella argumentó que ahora todos los productos “vienen mal” y zafé.

También me hago la distraida cuando al subir a un ascensor, en donde solo hay una persona, percibo que el ambiente está “contaminado”. Finjo que nada ocurre. No obstante, en lo único que pienso es en descender o en tener cerca un desodorante de ambientes.

Lo mismo ocurre en los baños públicos. Muchas veces entrás al mismo tiempo con otra persona, pero obviamente cada uno ingresa a un cubículo. Le viste la cara, sabés como viste, la edad y probablemente te generó una impresión. En cuanto el silencio se apodera del baño, los sonidos emergen a pesar de la negación que ejerce su propietario. Nadie dice nada.

En cambio, en los baños de nuestras casas es distinto. En medio de un cumpleaños o de una Navidad alguien ajusticia el baño y se convierte automáticamente en receptor de cargadas. Incluso, si el acontecimiento es sobresaliente, pasará a la posteridad y será recordado en todas las reuniones familiares.

En mi familia nadie olvida que para un encuentro informal, mi tía Pequeña produjo un estallido que nos cerró la boca a todos. Nadie refirió nada al principio, pero bastó una carcajada tímida para que todos nos sumáramos. Desde ese momento designamos ese tipo de hechos como “Pequeñismo”. Se puede conjugar con todas las personas: “Me pequeñé”, “Te pequeñaste”, que son lo más comunes. Sería raro que escucháramos “Nos pequeñamos”. No solo raro, sino insoportable.

 

 
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