2014FEBRERO

2014.02.05 No tengo crédito, la excusa perfecta

VIDA DE SOLTERAS

No tengo crédito, la excusa perfecta

Por: Margarita Dundi

 

"No me escribió ni me llamó". Es imposible cuantificar las veces que dije esta frase. Una vez un tipo la dijo por mí. Es una oración terrible. Se pelea el puesto con las siguientes: “Mañana empiezo el gimnasio” y “El lunes arranco con la dieta”.

Hace un par de años estábamos con La Gorda sentadas en un banco de la plaza cerca de casa. Era lunes, lo recuerdo porque cada una tenia un contacto nuevo en el celular. Situación posible sólo pos fin de semana. Ninguno de los dos tipos se habia contactado. Trabajaban en un supermercado, pero bien podrian haber sido magos porque desaparecian.

La Gorda me convenció para que le escribiera un mensaje de texto, yo le insinué que hiciera lo mismo con su galán. A los sesenta minutos, no teníamos ninguna respuesta. Sin embargo, nos habíamos convertido en expertas de la telefonia celular. “Sabés lo que pasa, no funciona la red”, me repetia La Gorda. Yo le retruqué que era un problema de baterias.

Ellos no contestaban. Las dos nos auto-enviamos un sms y los recibimos. Ella me mandó un mensaje de texto y me llegó. Si entre nosotras nos comunicábamos bien, significaba que nuestros celulares funcionaban. Sin embargo, no nos parecieron pruebas terminantes.

Le escribí al tipo un nuevo sms, pero fingiendo que me habia equivocado de destinatario. Le puse: “Kari, comprame un pantalón talle 36”. No conocia a ninguna Kari y menos que menos, usaba un pantalón talle 36. No pasó nada.

Estábamos indignadas, situación que se descontroló cuando advertimos que el vendedor de copos de nieves no aparecia. La Gorda me propuso que los buscáramos en la guía telefónica. “Gorda, estamos grandes. No podemos hacer eso”, aseguré. Me convenció.

Nos cruzamos la calle hasta un local que tenia cabinas telefónicas y pedimos una guía. Como La Gorda agenda todos sus contactos con nombre y apellido, fue sencillo encontrar a su galán. “Vayamos hasta la casa”, le sugerí. Fuimos. Quisimos irrumpir por la fuerza, pero teníamos más hambre que sed de venganza, así que regresamos a nuestras casas.

El viernes a la noche de esa misma semana, mi chapante apareció por arte de magia con un sms. Lo respondí en cuanto lo recibí, pero recién a la media hora se lo envié. En ese instante leí: “Falló el envío del mensaje”. ¡Yo no tenia crédito!. Los negocios estaban cerrados, La Gorda tampoco tenia saldo y mi mamá estaba de guardia cárcel del teléfono fijo. No le contesté.

Al día siguiente, le cargué saldo a mi celular y le comenté al tipo lo que me habia pasado. No me creyó, me aseguró que conocia de esas excusas y no me volvió a hablar. Al menos él pensó que yo le habia pagado con la misma moneda.

 

2014.02.07 El dinero no es todo...

VIDA DE SOLTERAS

El dinero no es todo...

Otra cita low cost con Roberto.

Por: Margarita Dundi

 

Le sugerí a Roberto que me lleve al cine. “Dale, hoy es miércoles, vamos porque tengo las promociones del cable”, afirmó. “Hoy es martes”, le repliqué enojada. Lo pasamos para el día siguiente.

Nos encontramos a las 18:00 en la entrada del cine. “Llevo medias sanas”, se jactó. Luego, me enteré que se las ganó en un concurso que organizó la carniceria del barrio. La última vez que lo visité en la casa, encontré medias sin su hermana, que apenas se podian reconocer; tenian más agujeros que tela.

“Texteame cuando llegués al cine”, me pidió. Cuando yo me estaba preguntando a qué se referia con “texteame”, me envió un sms: “Mejor haceme una perdida (llamada) o si no lo hago yo”. Llegamos al mismo momento; al verme, suspiró y guardó su celular en el bolsillo.

Tenia una remera verde con un estampado apenas distinguible. Del bolsillo del pantalón desplegó un arsenal de descuentos. Su sonrisa se borró cuando el cajero del cine le rechazó el 2x1. Tan rápido como pudo, buscó otro. Ese sí sirvió, pero, para utilizarlo, tuvimos que comprar un balde de pororó. “Lo que sobre, se lo regalo a mi sobrino, que cumple años mañana”, aclaró.

Después de ver la película, le propuse ir a comer a algún lugar. “Ya sé a dónde”, exclamó. Fuimos y Roberto se arrimó a la mesa que definió como propia. La moza le mostró la carta y él la rechazó. “Queremos una pizza común y una gaseosa mediana”, detalló. Yo venía con ganas de cerveza, pero bueno.

“Todas las tardes mientras meriendo, reviso los e-mails acá”, contó. Otro mozo que lo reconoció, se le acercó por el costado y le soltó: “Hoy no te quedés tres horas usando el wi-fi porque hay mucha gente”.

Terminamos de comer y antes de que yo pudiera pensar en el postre, cosa que es casi imposible, pidió la cuenta. Ya sabía cuánto habia que pagar, porque de forma inmediata, sacó de su billetera la mitad del importe y me miró para que yo completara el total, cosa que hice.

Salimos del bar y me explicó: “Caminá unas cuadras y después te tomás un taxi, así es más barato”. Detuve un taxi, Roberto se acercó al conductor y habló con él. Cerré la puerta rápido para no verlo; él se alejó en sentido contrario. Cuando me bajé del auto el taxista me dijo, con cara de confidencia: “Me pidió que la cuidara”.

 

2014.02.14 Contra-juntada en San Valentín

VIDA DE SOLTERAS

Contra-juntada en San Valentín

¿Qué  hacés el 14 de febrero si estás soltera?.

Por: Margarita Dundi

 

¿Qué  hacés el 14 de febrero si estás soltera? Si hay un día en el año que no deberia existir es el 14 de febrero. Del 13 tendríamos que pasar al 15. Cuando estás soltera, no podés hacer nada para el día de los enamorados. Si tenés amigas que están en pareja es imposible juntarse con ellas. Si querés comer en algún restaurante, desde el menú hasta la ambientación es romántica.

Si salís a caminar, todas las personas que te cruzás están agarradas de la mano. Además, no falta el tipo que lleva orgulloso en la mano un ramo de flores. Si en cambio vas a una heladeria, seguro que alguno le está haciendo “avioncito” a su pareja con un poco de helado de dulce de leche granizado. Y ni hablar si visitás Facebook. Está lleno de juramentos de amor eterno.

Los pasacalles y los grafitis si bien ya no son comunes, tampoco se ausentan. Una vez, un pretendiente del colegio me escribió un 14 de febrero: “Te amo” con aerosol sobre la calle, frente a mi casa. Mi papá se hizo cargo del acto porque se habia mandado una macana con mi vieja. Le vendí el grafiti y mi silencio por 5 pesos. No me importó porque el chico no me gustaba y con la plata me compré el álbum de Sarah Kay.

A raiz de todo lo dicho, instituí la Contra-juntada del día de los enamorados. Este viernes no será otro más que trascurra sin pena ni gloria. Nos reuniremos en la casa de Sole, con la única condición de no hablar de San Valentín. Confirmadas: La Gorda, Naty y yo. Solteras no por adopción.

Hoy preparé un jugoso listado de los chapantes que cada una tuvo para exponerlo en la juntada. Yo me agregué tres con los cuales sólo mantuve una conversación unilateral de mensajes de textos. Es decir, yo les escribí y ellos nunca respondieron.

En ese acopio marqué los imperdonables que tuvimos. Todas en algún momento hicimos un sacrificio por el género opuesto. Hasta el momento -puede cambiar tras discutirlo el viernes- el peor chapante es Hernán, un amorio de La Gorda.

El tipo era agresivo a la vista. No se bañaba, se mojaba el pelo. La ropa que usaba no estaba descocida, estaba apenas hilvanada. Lo conocimos en un camping que visitamos hace años. Hernán estaba desilusionado porque la esposa lo habia engañado. Era entendible.

La Gorda lo consoló, el tipo mejoró su autoestima y dejó el camping para recuperar a su mujer. Para levantarle el ánimo a La Gorda, le dije que él era demasiado poco para cualquiera, incluso para ella y que feos sobraban. Al final se convenció. Veremos si Hernán se corona como el peor chapante de la historia o si alguna se acuerda de mi Ramón.

 

2014.02.20 Reunión femenina, peleas y desamor

VIDA DE SOLTERAS

Reunión femenina, peleas y desamor

Reunión femenina, peleas y desamor.

Por: Margarita Dundi

 

El viernes a la noche nos reunimos con las chicas en la casa de Sole para evadir cualquier indicio de San Valentín. Al contra-festejo por el Día de los enamorados no le faltó nada. Resultó lo más interesante de los últimos meses.

En un comienzo todo transcurrió con normalidad. La Gorda llegó tarde porque no se quiso perder el sorteo de la loteria, Naty traspasó la puerta y propuso, como una forma de liberación femenina, que dejáramos de usar corpiño. Y Sole nos convidó unos canapés que incluirá en su casamiento (aún no hay fecha de compromiso ni novio).

Yo estuve pegada al celular. Miré la pantalla cada tanto (cada cinco o diez minutos). JCG ni RM aparecieron. Desde el viernes reduje a Juan Carlos Giotto y a Roberto Maldonado a simple siglas. Me ilusioné cuando escuché el tema “Ámame en cámara lenta” de Valeria Lynch que tengo como ringtone. Era mi mamá para encargarme servilletas de papel.

Mientras Naty cortaba con una tijera todos los corpiños que habia llevado, yo desplegué la lista histórica de chapantes. En la nómina enumeré los noviazgos, por lo general breves, de las cuatro. Propuse que eligiéramos el peor de todos y en eso solté el nombre de Hernán, un saliente de La Gorda.

La Gorda enmudeció. Nosotras no podíamos parar de reirnos. “Chancleteaba con alpargatas por todo el camping y lo peor es que las dos eran del mismo pie” recordó Sole. Naty lo defendió por oponerse al sistema. Yo casi me atraganto con un bocadito al revivir la anécdota.

“El tipo ni con un tornado se hubiera despeinado. El pelo no conocia el agua y el jabón”, sumó Sole. La Gorda me miró como si quedara la última porción de torta y ambas tuviéramos hambre. De inmediato, me callé. Ella soltó con suavidad: “Ramón”.

Yo puse cara de naipe y fingí que era la primera vez que escuchaba el nombre. Sin embargo, ¿cómo olvidarlo?. Decia las mejores adivinanzas que escuché. Se jactaba de haber jugado al rugby, pero ni sabía como escribir la palabra.

Me pasaba a buscar por casa con una “cafetera”. El auto apenas se movia. Yo salia rápido para que mi mamá no nos viera chapar. Él se bajaba del auto inflando el pecho y levantando los talones para medir unos centímetros más. Decia que era un gerente en potencia, aunque no decidia cual empresa lo merecia.

Hernán o Ramón, esa era la cuestión. Naty apoyó a La Gorda y Sole a mí. Estábamos empatadas para determinar quien era el peor. En eso, Sole se enojó con Naty porque le criticó el catering y La Gorda conmigo porque le recordé a Hernán. Terminamos todas peleadas. Si o si necesito un nuevo galán para poder festejar el próximo 14 de febrero.

 

2014.02.24 El muchacho de los sahumerios

VIDA DE SOLTERAS

El muchacho de los sahumerios

En mi vida hay un nuevo galán.

Por: Margarita Dundi

 

"El jueves a la noche tenés una cita con Charly”, se despachó La Gorda. “A menos que se apruebe una ley para que aquellos que estén de novio no paguen impuestos, Roberto no va avanzar”, me aseguró. “Para el día de los enamorados ni siquiera te invitó a usufructuar el Wi-Fi de algún bar.”  

“¿Quién es Charly?”, le pregunté. “Es un amigo de mi chapante”, dijo La Gorda. “Te invitó a la casa”, detalló. A los veinte años me encontraba con los tipos en lugares públicos y no probaba de lo que me convidaban. Ahora voy a la casa y sin saber los antecedentes ni el estado civil, que es más preocupante.

El jueves toqué el timbre en Chacabuco 15, departamento sexto D. Charly contestó rápido y abrió la puerta. Yo usaba tacos altos, pero hice puntitas de pie para saludarlo. El vestia un pantalón de bambula de color blanco con una camisa escotada. Tenia pulseras en las muñecas y un colgante con un diente que seduciria al Ratón Pérez.

“Vamos a comer en la terraza. Tengo todo preparado”, exclamó. Habia dispuesto una mesa apenas elevada del suelo y dos almohadones para sentarnos. Me agarró de la mano, yo aún tenia un chicle masticado que no habia tirado. Sin querer, se lo adherí a la camisa. No se dio cuenta. Me quedé callada.

“¿Ves las estrellas?”, me preguntó. “Sí”, le contesté mientras me distraia con la figura de un hombre en un balcón contiguo. Me dijo que le gustaban las constelaciones. Le comenté que las de dulce de leche son mis preferidas.

Cerca de la mesa habia sahumerios como para espantar cualquier mosquito y velas encendidas. Me indicó que comeríamos con la mano. “Cociné un salteado de verduras con fideos chinos”, adelantó. Al menos no eran los choripanes que una vez me invitó Roberto, ni las empanadas de la madre de Juan Carlos.

Terminamos de cenar y buscó el postre. “Cociné brownies de calabaza con stevia”, detalló. “Seguro que esa minita le tiene ganas”, pensé. Después me aclaró que stevia es un endulzante natural.  

Antes de despedirnos, con un simple beso en la mejilla, me propuso viajar a Capilla del Monte. Luego, me entregó envuelto en una servilleta un manojo de brownies.

Llegué a casa y los dejé en la mesada de la cocina hasta hoy que el viento les dio una función. Trabé las ventanas con los brownies.

 

 
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