2013AGOSTO

2013.08.27 La fiesta de reencuentro

VIDA DE SOLTERAS

La fiesta de reencuentro

Mis amigas no son lo que eran.

Por: Margarita Dundi

 

En una reunión de ex compañeras de colegio puede pasar de todo. Coincidimos con algunas ex compañeras de la secundaria en un cumpleaños. Martita ya no es tal. Llegó a las cuatro décadas. Pero no son los cuarenta años de los que habla Ricardo Arjona, estos son los de verdad. La gravedad hace estragos. Una calza marca más de lo que realmente queremos mostrar y la afamada experiencia sólo se traduce en líneas de expresión.

Marta quiso impresionarnos. Nos invitó a tomar el té y a comer masitas finas, esas que sólo se compran para los eventos importantes. ¿Quién va a creer que merienda así todos los días?. Además usó una tetera de porcelana. Cuando metí la cuchara en la azucarera, el azúcar era una piedra por la falta de uso.

Hasta el papel higiénico del baño era caro. Era de esos que vienen con dibujitos, troquelados y con perfume. Le hurgué el mueble donde guarda los elementos del baño (cosa que hago en todas las casas) y encontré que tenia dos paquetes de papel higiénico; uno era de los buenos y el otro lo reconocí porque es el que usamos en casa.

Por suerte fui con la Gorda. Cuatro ojos ven más que dos. Vero, la más agrandada del grupo, estaba destruida, tanto, que casi no la reconocí. Aquel cabello largo, rubio y peinado aun cuando habia viento, ya no estaba. Y Sole, “la modelito” del curso, era el doble de aquella que recordábamos.

Con la Gorda fuimos para quedar bien. Si no asistís a estas reuniones, te fulminan. Además, si vas, podés modificar la realidad a tu favor. Cuando le consultaron a la Gorda si seguia viviendo en la casa de la madre, lo negó. Por suerte no se dieron cuenta de que nos fuimos temprano porque ella no tiene copia de la llave de su casa y tiene que esperar a que la madre le abra.

“¿Y vos Dundi, seguís sola?”, preguntó Celeste, que en la secundaria tenia más calle que vereda. “Por supuesto”, le contesté. Hoy justamente me pidió que formalicemos. Se hizo un silencio sepulcral. “Entonces organicemos un encuentro de parejas”, sugirió y yo acepté.

A las 23:30 nos fuimos. La Gorda se desembarazó de su imagen de “hija eterna”.

Yo tengo quince días para conocer a un tipo que quiera ser mi novio, que esté desesperado por casarse y por admitirlo en público, sobre todo, ante mis ex compañeras.

 

 
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