2013JULIO

2013..07.16 Las 7 leyes de la Dundi

VIDA DE SOLTERAS

Las 7 leyes de la Dundi

Cansada de andar dando tumbos, definí una serie de mandamientos que harán más estable mi existencia de treintañera single.

Por: Margarita Dundi

 

Anoche llegué a la conclusión de que hay cosas que, sin importar que intentes evitarlas, ocurren igual. Decidí discutirlo con mis amigas y las convoqué a una reunión en plena madrugada.

Obviamente fracasó. Algunas prefieren dormir antes que cambiar el mundo. Yo, sin embargo, escribí algo así como los siete “dundimandamientos”.

Aquí van:

1. Si el tipo que te gusta no te da bola, igual pensarás en él la mayor parte del tiempo. Nosotras nos damos cuenta de que no le interesamos, pero insistimos igual. Averiguamos qué hace, con quién está, si se cortó el pelo o si cambió de trabajo. Y mientras tanto, nos decimos que el tipo no vale la pena.

2. Siempre que necesites estar depilada, no lo estarás. Basta que no te depiles una semana para que te aparezca una cita. Ahí es cuando le das con todo a la afeitadora y sin querer te dejás unas marcas terribles que te asemejan a Rambo. Pero cuando estás por completo depilada, seguro estás en tu casa y hace tanto frio que ni siquiera te ponés un short para lucir las piernas.

3. Si las cosas con tu ex fracasaron, no cambiarán. Tenemos la mania de pensar que después de un impasse él dejó de priorizar el vínculo con sus amigos; que se aferró a la monogamia como forma de vida; que ya sabe lo que quiere y que entendió que vos no sos su mamá.  Pero nada cambió, su sueño es que te parezcas a su mamá, que odies la monogamia y que seas una más de sus amigos.

4. Siempre existirá el novio de una de tus amigas que no te soporta. Es el caso típico de aquel que le dice a tu amiga: “Che, está más gorda la Dundi, ¿no?”. Después ella te lo cuenta y espera que no te enojes con él. Además cada vez que visitás a tu amiga, el tipo pasa en frente tuyo y no te saluda.  Ojo, cuando podés, vos le recordás a ella que era mucho mejor el novio anterior.

5. Los tipos lindos son igual a los feos. Con los años todos pelan panza de nueve meses de gestación, se quedan pelados y prefieren salir a trabajar antes que quedarse en la casa a arreglar las cosas que se rompieron. Por eso, la idea es agarrar viaje con el que se pueda.

6. Tus amigas siempre perdonarán al novio haga lo que haga, pero a vos no. Cuando tu amiga se pelea con la pareja, dice que él es lo peor que hay sobre la tierra. Al día siguiente tu amiga le dio el perdón eterno. Pero si vos te enojás con ella, en el mejor de los casos, pasará el tiempo y te hablará.

7. Incluso lo que siempre te quedó bien, en algún momento te falla. La remerita negra, esa que usás siempre, un día te la ponés y te parece gastada, te queda grande o simplemente no combina con nada. Te la probás para otro evento y parece que la hicieron justo para vos.

Yapa. Tu pareja nunca sabrá lo que querés aunque se lo digas. “Me encantaría que me sorprendas con el regalo de mi cumpleaños”, le decís. Y él te preguntará qué es lo que te puede regalar.

 

2013.07.16 Una cita con el psicólogo

VIDA DE SOLTERAS

Una cita con el psicólogo

Tengo tantos complejos e inseguridades que me pareció una gran idea invitarlo a salir al terapeuta de mi amiga la Gorda.

Por: Margarita Dundi

 

Arreglé una cita con el psicólogo de mi amiga para el jueves. Ni yo lo podia creer. En realidad le dije de vernos antes, pero él nunca podia. Una vez se juntó con los amigos, otra vio un partido de vóley, después fue a varios cumpleaños, incluso asistió a cuatro el mismo día. Así pasaron dos semanas hasta que sucumbió a mi décimo mensaje de texto de la jornada. Le dije que si rechazaba mi propuesta, me sentiria tan mal que jamás podria tener una pareja estable.

Lo mejor de todo fue que para invitarlo no habia hecho nada del otro mundo. Sólo habia fingido ser la Gorda, mi amiga, en la terapia. Entré en su lugar porque no se animó. También mentí al decirle que le tengo miedo al compromiso, cuando en realidad, estoy esperando a que alguien me dé bola. Incluso quizás exageré cuando le comenté que me encanta el vóley.

La última vez que jugué al vóley fue en la secundaria con la profesora Sonia. Siempre fui ojota para los deportes. Sonia no se daba por vencida conmigo. La mina me decia: “Dale que podés, dale que podés”. Cuando jugábamos al “viejito” era la primera que perdia; en el “quemado” tenia más éxito: era la segunda o la tercera en abandonar. Aunque lo peor sin dudas fue la “vertical” que no pude hacer sin apoyarme en la pared.

El dichoso jueves ya tenia todo listo. De milagro sabía lo que me iba a poner para la cita, conocia las cuestiones básicas del reglamento de vóley y me habia depilado. Sólo me faltaban los consejos de la Gorda, pero como estaba jugando a la loteria con la madre, no hablamos.

Cuando llegué al restaurante, él ya estaba. Tenia una camisa blanca con pequeñas rayas de color azul. El pantalón era bastante suelto por lo que no pude descifrar mucho de su estado “atlético” .

El psicólogo me preguntó qué queria comer y llamó al mozo que estaba detrás de él. Se dio vuelta y ahí vi lo que no esperaba. El tipo se está quedando pelado. Tenia en el medio de la cabeza una especie de círculo sin un solo pelo. Hasta le brillaba el cuero cabelludo. ¡Nunca lo habia visto de espalda!.

No volví a mirarlo de la misma manera. Me parecia más viejo que antes. Encima se jactaba de parecer de menos edad. Se encorvaba para hablarme y me queria tocar la mano todo el tiempo. La camisa le quedaba suelta, parecia que no tenia carne. Además el pantalón debe ser el que usa cada vez que asiste a un casamiento porque estaba muy gastado.

Después de comer me preguntó: ¿Tomamos un café?. Le contesté que preferia que me acercara con el auto a mi casa. Me llevó, detuvo el vehículo y tan rápido como pude me bajé, sin darle ni un beso en la mejilla. Todas sabemos que ese es el momento del chape y yo soy besofugitiva de los feos. El psicólogo me llamó al otro día y me preguntó si me habia pasado algo, yo le dije que estaba cansada. Siempre hay que tener varias velas encendidas, aunque no sean de primera calidad.

 

2013.07.16 Una mina de película

VIDA DE SOLTERAS

Una mina de película

“No hay mejor amiga que una mina fea y soltera: no te quita el novio y siempre está disponible para salir.”

Por: Margarita Dundi

 

Dundi, Margarita Dundi, así me llamo. Cada vez que me preguntan por mi nombre completo me presento como lo hace Bond, James Bond. Nunca vi una película del 007 porque detesto saber de antemano que al personaje le saldrá todo bien. Lo mismo sentia cuando veia MacGyver, claro que no me perdia ningún programa porque estaba enamoradísima de él. Después me convencí de que ningún hombre puede arreglar las cosas que se rompen con una navaja. En realidad, no pueden arreglar casi nada.

Margarita, mi mamá, no tuvo mejor idea que llamarme igual que ella en su afán de extender su propia existencia. Las madres suelen hacer esas cosas que creen fabulosas, pero que a nosotros como hijos nos perjudican de por vida. Cuando era chica, en mi casa decian Margarita y ninguna sabía a quién le estaban hablando. Con el tiempo dejé de responder a cualquier convocatoria, incluso, cuando sabía que se referian a mí.

En primer grado me apodaron “margarina” lo que fue un motivo más para anular mi nombre. Sin embargo, la razón principal fue que mi papá me encontró desojando una margarita para saber si Paulo, el chico que me gustaba en tercer grado, me queria o no. No sólo que Paulo no me queria –según la planta–, sino que a mi papá le pareció graciosísimo contarlo en acto en el que estaba presente toda la escuela.

A partir de entonces, comencé a preferir que me llamaran Dundi. Tengo tres décadas, un lustro y cuatro años o para el registro civil: 39 años. Jamás revelo mi edad para que nadie me pregunte por mi estado civil. Pasados los treinta, nunca falta quien diga: “El pescado sin vender”. Además si hay algo que me caracteriza es la solteria.

Mi belleza es particular, tanto que a cualquiera le cuesta definirla. Se podria decir que soy la mejor amiga de cualquier hombre.

Y también de cualquier mujer. Para las mujeres no hay mejor amiga que una mina fea y soltera; nunca te quita el novio y siempre está disponible para salir.

Diria también que soy lo opuesto a todas las películas de Disney que consumí. Lo único que tengo en común con Cenicienta es que las dos lavamos los pisos. Pero seguro a ella le hacian los aportes en la AFIP. A diferencia de Cenicienta, nunca asistí a un baile en un castillo y mucho menos apareció una señora que se ofreciera gratis a renovarme el placar con la última moda de Europa. Una vez, una suegra me quiso hacer un vestido, pero cuando me lo iba a entregar, el hijo me dejó.

Y si bien me gustan las manzanas -y he conocido brujas- tampoco me parezco a Blancanieves. A la tipa la mantenian siete enanos mientras que yo trabajo todos los días. Además, aunque me gusta dormir tanto como a la Bella Durmiente, el único que me despierta con un beso es mi perro Juan Domingo (vengo de una familia peronista).

Y sé que lo hace porque lo tengo que alimentar.

 

2013.07.17 Un viernes por la noche

VIDA DE SOLTERAS

Un viernes por la noche

Agarré una foto en la que tenia 20 años y diez kilos menos y la subí junto con mi seudónimo: “Desesperada por amor”.

Por: Margarita Dundi

 

Este viernes por la noche estaba en casa aburrida y mis amigas estaban en la suya, cada una con su peor es nada y yo a la deriva. Porque cuando una amiga está en pareja desaparece como la mejor, pero después vuelve cortita y al pie cuando el susodicho la deja por otra.

O simplemente cuando la deja. En definitiva, no podia contar con ellas para concretar algún plan.

Tenia dos opciones: comer el medio kilo de helado de frutilla que tenia guardado en el freezer desde hacía dos días y después quejarme de que engordo mágicamente. O bien, fiel a mi ánimo intrépido, lanzarme a alguna aventura inolvidable. Una de esas hazañas que no tienen otro fin que publicarse en mi muro del Facebook para lograr unos tres o cuatro “me gusta”.

Después de saborear el helado y de raspar el envase hasta convencerme de que se habia acabado, decidí cambiar mi vida. Entré a un chat para conocer parejas. Agarré una foto en la que apenas tenia 20 años y diez kilos menos y la subí junto con mi seudónimo: “Desesperada por amor”. Ningún tipo dejaria de contactarme.

En mis datos personales puse que me gustaba hacer deportes, ir al gym, comer sano y cuidar de mis mascotas. Nada más lejos de la realidad. Pagué un año completo un gimnasio; me compré zapatillas, dos conjuntos deportivos cuyos colores se combinan entre sí para poder variar mi vestuario, una muñequera de toalla para secar toda la transpiración que iba a tener. Fui tres veces el primer mes y no volví.

Honestamente, yo misma no me hubiese contactado al ver mi nickname, pero la cosa funcionó. “Soy tu stripper” me invitó a salir. 

Ambos acudimos al encuentro vestidos de negro (según habiamos pactado). Elegí el color porque me sacaba como tres kilos de encima. Me habia dicho que era alto, bien parecido y con una hermosa sonrisa.

Evidentemente no tenia autocrítica, ni amigos sinceros.

Cuando llegué al lugar, él ya estaba ubicado en una mesa. Me senté rápido para no darle un beso y le dije que me dolia la panza cosa de aguantarlo poco tiempo.

A los diez minutos me levanté para ir al baño y mientras me alejaba gritó: “No te sentés en el inodoro”. Lo miré y sin darme cuenta le respondí: “Nunca me siento en baños públicos”. Hasta el mozo me miró mal.

Ya en el baño acordé con una amiga que me llamara para fingir una urgencia y poder irme. Volví a la mesa, él estaba mirándome atentamente. Sonó el teléfono; lo contesté según lo acordado. No lo queria lastimar así que medí mis palabras. No queria ser el motivo de sesiones de terapias carísimas que no cubre la mutual o el origen de su vuelco a los libros de autoayuda que yo ya leo. Le dije: “Me voy porque no me atraes físicamente”. Luego me retiré.

Volví a mi casa y cerré la cuenta del chat. A los diez minutos me arrepentí y abrí una nueva. Creo que esta vez sí va a funcionar, un tal “Stripper herido” me citó en un bar.

 

2013.07.22 Aquella noche de amor

VIDA DE SOLTERAS

Aquella noche de amor tarifado

Sin saber por qué, mis pasos me condujeron hasta la puerta del “Caricias”, donde hace veinte años viví una noche inolvidable.

Por: Margarita Dundi

 

Salí a caminar y sin proponérmelo pasé por un sitio que me trajo recuerdos. Parece que fue hace más de veinte años que pasé por allí. Sobre todo, porque fue hace veinte años que pasé por allí. Todo estaba prácticamente igual. Tal como entonces, en el cartel de la entrada apenas se leía el nombre del local: “Caricias”. Seguian las mismas luces de colores, unas parecidas a las que usaba mi abuela para adornar los árboles en Navidad.

No podria asegurar si cambió el color de la fachada. Por vergüenza (y sobre todo para evitar que alguien me reconociera), pasé por la puerta mirando el suelo. No fuera cosa que algún miembro del staff de “Caricias” aún recordara lo que ocurrió aquella noche de hace veinte años.

Habia planificado con cuidado la visita al lugar. A mis padres les dije que saldria con amigas a bailar y que regresaria justo pasadas las tres de la mañana cuando terminara el baile. Por suerte, mi papá me prestaria el auto, lo que cubriria de cierta impunidad mi visita al lugar.

Habia pensado muy bien en las precauciones que debia tomar. No debia mojarme el pelo. No tenia que usar el jabón del lugar, cuyo olor me podria delatar. Además, en mi cartera tendria maquillaje y un peine para volver tal y como me habia ido de casa.

La noche en cuestión era fria. Como estaba pactado, pasé por el domicilio de cada una de mis amigas y las llevé al baile. Allí me encontré con mi noviecito, Juan Manuel, uno de pocas luces, de deteriorada autoestima y nulo patrimonio. Partimos juntos hacia “Caricias”, que como ya habrán podido imaginar, es uno de esos hoteles donde el amor se tarifa por horas.

Entré con el auto hasta una pequeña casilla y en ese instante un portón corredizo de madera, unido a desgano por quien lo fabricó, se abrió. Avancé un poco más con el auto y sentí un ruido fuerte que me dejó helada. El sonido no era fruto de la pasión de los huéspedes, sino que fue el impacto del portón contra el auto de mi papá.

La puerta se deslizó por el viento y abolló al auto en el costado izquierdo. ¿Cómo le iba a explicar a mi papá que le habia chocado el auto en uno de “esos” hoteles?. ¿Cómo le iba a explicar a mi mamá que intercambiaba fluidos con el hijo de su amiga, Quela, al que ella apodaba “sombra de alambre”?.

Una chica que estaba adentro de la casilla salió rápido y me pidió perdón. Era mi prima Tamara, que estudiaba para ser maestra jardinera. En ese momento, entendí por que volvía a la madrugada cuando no hay Jardines de Infantes abiertos. Ella me reconoció. Ninguna ofreció explicaciones.

Cuando llegué a casa, mi papá me esperaba en bata. Me preguntó si estaba todo bien y yo, sin dudarlo, le contesté que sí y me fui a dormir. A la mañana siguiente me despertaron sus gritos. Yo siempre asumí inocencia, incluso cuando despegó una letra “S” que habia quedado aplastada en una de las ruedas del auto.

 

2013.07.22 Una cena de amigas ¿Qué hace tu novio acá?

VIDA DE SOLTERAS

Una cena de amigas ¿Qué hace tu novio acá?

Por: Margarita Dundi

 

Las mujeres somos la mayoria de las veces impredecibles. Sin embargo, cuando estamos en pareja la cosa cambia. Ahí parecemos cortadas con la misma tijera; todas pensamos lo mismo, decimos lo mismo y hacemos lo mismo. Aunque algunas son peores, se convierten en novio-dependientes. No falta la que te encaja el novio hasta en una reunión de tupper. Pero, eso si, ella no participa de los partiditos de fútbol a los que acude el novio.

La semana pasada arrancamos con mis amigas a organizar la reunión para festejar el día del amigo. Somos compañeras de la infancia. Nos conocemos desde que no sabíamos como se usaban ciertas cosas, hasta ahora que las usamos poco y no por decisión propia.

Como todo encuentro de mujeres, lo más difícil fue ponerse de acuerdo. Algunas querian juntarse en un bar para ver gente y sentir que todavia estaban “en la pomada”. Mientras que las otras preferian algo “tranqui” porque ya no se sentian a tiro. Y yo sólo queria saber qué íbamos a comer. Luego de veinte correos electrónicos, diez llamadas de teléfono, quince mensajes de textos, decidimos juntarnos en una casa y pedir unas pizzas.

A medida que pasa el tiempo todo se vuelve más difícil. A los veinte juntarse con amigas implicaba una llamada. Ahora es necesario que los astros estén alineados, que no haya paro de camioneros, que Venus esté en su punto más alto y que las acciones de las empresas chinas estén bien en la bolsa.

Además, con los años, las mujeres sumamos un carácter predictivo al mejor estilo Nostradamus. Dos de las chicas sabían por anticipado que el viernes estarian cansadas; otra no queria acostarse tarde porque el sábado tenia que limpiar su casa y seguro estaria sucia; la Gorda no queria dejar sola a la madre mucho tiempo. Y Pipi, así le decimos porque le encanta el color amarillo, estaba enquistada en que su novio asistiera porque suponia (antes de preguntarle) que él querria ir.

 Yo, sutilmente –como es mi estilo–, le dije a Pipi que no tenia problema en que él asistiera. Pero también le aclaré que esperaba una invitación para cuando festejaran el día de los enamorados. Si invitaba al novio para el día del amigo, me correspondia como amiga, festejar el día de los enamorados con ellos. Dios no lo quiera.

 

 
ya hubo 28 visitantes (34 clics a subpáginas) pasando por este sitio.
Este sitio web fue creado de forma gratuita con PaginaWebGratis.es. ¿Quieres también tu sitio web propio?
Registrarse gratis