Vivo y pintado

Casi siempre entiendo lo que pasa en los dramas del cine y la televisión; pero hay dos escenas que nunca me he podido explicar: una, aquella en que el marido deja plantada a su mujer y esa otra en que es ella quien lo planta a él.

En el primer caso, el esposo declara: "Me marcho al club".

No pocos maridos impresionables han ensayado hacerlo y se han lanzado a la calle en medio de torrencial aguacero, sin otro resultado que el de acordarse, mientras aguardan el autobús, que el único club al que pertenecen es al Automóvil Club, donde, que sepamos, no hay cama disponible. Además, como marido que es, sólo lleva unas monedas en el bolsillo, de manera que se ve obligado a escurrirse en su casa, hecho una sopa y con aire corrido.

El asunto resulta menos convincente aun cuando es la mujer la que abandona el hogar.

Por lo general, en el cine o la televisión se despide diciendo: "Lo siento mucho, Pepe, pero esto no nos lleva a ninguna parte. El cielo es testigo y mi mamá también, de que he hecho cuanto he podido". Y sin más, se marcha.

Esto es del todo falso. ¡La mujer no ha dejado ninguna instrucción!.

Y ninguna esposa puede ir a visitar a su hermana durante un fin de semana sin dar antes una serie de instrucciones más largas y complicadas que las que preceden a una invasión militar. Es más probable que el discurso de despedida dijera así, más o menos: "Lo siento mucho, Pepe, pero esto no resulta. No te olvides de que mañana Matilde tiene clase de baile. Lo que está en el plato ese de peltre, en el segundo anaquel de la refrigeradora, es el almuerzo del perro... El picadillo que sobró está en el congelador, envuelto en papel de estaño. ¡Ah!. Si llama el tapicero, dile que ese tapiz está bien. Adios, Pepe".

Sale la dama; deja su desconsolado marido se acerca a la ventana. La mujer asoma la cabeza fuera de la ventanilla del taxi y le grita: "Avísales a los Vives que no podremos ir a su casa el viernes, a menos que quieras ir solo. Conviene que te pongas la corbata roja con el traje azul. Y pídele a doña Paula que venga a cuidar a Matilde".

Una hora después, la señora ha vuelto a casa. ¿Tener que hacer tantos preparativos sólo para plantar al marido?. ¡No vale la pena!.

Así es como ocurren las cosas en la vida real, pero nadie lo diria, si se cree en lo que nos cuenta en el cine y la televisión.

 

Bill Vaugahn - 1965

 
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