Insufribles

-Servicio Para Damas-

Cuando los corteses se vuelven insufribles.

[Malena Freytas - SexHumor 54 -pág. 70 y 71- enero 1987]

 

¿Qué ya no quedan caballeros?. ¿Quién te dijo?.

Puede que una anciana rezongue porque un joven "descortés" no tuvo la idea de abrirle la portezuela del mateo, pero convengamos en que los hombres corteses de hoy dia no podrian asegurar que un mateo tenga portezuelas. En definitiva, las costumbres cambian pero los caballeros siguen en pie -aunque ya no en matungo-.

¿Y a qué mentir?: las más de las veces es agradable. Que nos cedan un asiento, que paguen un café, que nos ofrezcan la rutilante llamita de un encendedor para acelerar nuestro cáncer pulmonar, que nos dejen subir primero a un colectivo (si con la atención no viene una palpada de nalgas), que se ofrezcan a llevarnos un paquete incómodo o pesado. Diga lo que diga Esther Vilar -quien debe reposar solitaria y aburridísima en una playa feminista de las Bahamas, pensando en algún otro best-seller como "El Silver Domado" (cuyo ruin protagonista sería el Llanero, por tanto joder a la bestia con aquel "jaaaióooo")- las cortesias galantes de los caballeros que sí quedan (y son muchos) no responden únicamente a una satisfacción rufianesca de las minas: son ellos los que, sinceramente, se sienten halagados e importantes, por hacernos notar que somos mujeres y que ­¡viva la diferencia!.

Pero todo tiene un límite, querido. Una cosa es ofrecer fuego y otra cosa es incendiarnos la paciencia. Una cosa es ofrecernos una silla y otra cosa obligarnos a sentarnos ahí. Y hay cada "caballero" que, para ceñirnos a la verdad, mereceria recibir un grácil arcabuzazo en el entrecejo no ya por amable, sino por pesado. Y cuando digo pesado no digo plomo: digo mendelevio que, como todos saben, es mucho más pesado que el plomo.

 

El Macho Cortés en Acción

No tiene que llamarse Alberto, el cortés. Puede llamarse José, Pedro, cualquier cosa, menos Hernán (que de cortés no tuvo nada y lo que "conquistó" no fueron precisamente amores). El Macho Cortés no suele aparecer y desaparecer como los otros varones terráqueos: él siempre está. Basta que una tenga que agarrar el picaporte de una puerta que allí estará el hombre, arrebatándonos la manija y quebrándonos dos falangetas para rogarnos que pasemos primero. Cosa que, además, teniamos pensado hacer, antes de que él nos lo ordenara.

Pero veamos al Caballero en plena acción rompe ovarios:

 

El Macho Cortés en la cocina:

Desgraciada eres entre todas las mujeres, si te tocó un marido del tipo amabilísimo. Y suicidada estás, si lo dejas meterse en el sacrosanto lugar que la sociedad nos tiene reservado: la cocina.

Muchas mujeres solemos quejarnos de que nos hayan relegado a ese sucucho que poco tiene que ver con el calor de hogar y mucho con el calor de horno, pero en caso de que algíun varón pretenda suplantarnos, lo mínimo que exigimos es que sepa como hacerlo.

El Macho Cortés no se detiene en ese detalle. Para él, lo importante es ser amable. Y así le va. Y así -¡Dios!- nos va a nosotras.

- ¿Me dejás que te ayude, mi amor?.

- No querido, está bien; gracias.

- Por favor, no puede ser que hagas todo sola; al final, comemos los dos...

- Si, ya se, pero no me hace falt...

- ¡Por favor!. ¡Insisto!. ¡Quiero ser amable!.¡Te quiero ayudar!.

- Pero es qu...

- ¡Dejame!. ¡Dejame que te ayude!. ¡Dejame!. ¿Qué puedo hacer?.

- Bueno... ¿No quisieras cortarme estas cebollas?.

 

¡¿Para qué... ?!. Después de llorar al cortarlas en cuatro, dejar las cáscaras tapando la cañeria, ensuciar tres tablitas de madera y cortarse el dedo anular, nos presentará una masacre de cebollas con más jugo que verdura, como si las hubieran fusilado con un rifle de caño recorado. Acto seguido sacará la lechuga de la heladera, volcando dos frascos de yogur; la lavará bajo el chorro de la canilla preguntando si hace falta cepillarla con detergente y estrujará las hojas ipso facto conviertiéndolas en algo parecido a un trapo verde.

- ¿Puedo poner la mesa, mi amor?.

- Poné la mesa.

Es insoslayablemente amable. Terriblemente amable. Insufriblemente amable.

- ¿Pongo cubiertos, mi amor?.

- Si, querido, poné cubiertos.

- ¿Están en el cajón?.

- Están en el cajón.

- ¿Cuchara también?.

- No, cuchara no.

- ¿Viste que lindo que te ayudo?.

- Si, vi qué lindo.

- ¿Ya comemos?.

- No. Por contestarte a vos lo que me preguntás cada dos minutos, no comemos ahora.

- ¿Y si te ayudo... ?

 

El Macho Cortés en la cama:

Una siempre se queja de que los hombres no nos complacen en nuestros deseos más íntimos. Una protesta porque los hombres van enseguida a los bifes (a sus bifes) y nosotras quedamos con el churrasco a medio cocinar. Una se lamenta de que ellas no se ocupan de nuestras necesidades, de que no nos preguntan qué queremos que nos hagan, de que no averiguan qué nos da placer. Y que lo diga Maria Luisa Lerer: en el no se cuanto por ciento de los casos, es así. ¿Pero se imagina a un Hombre Cortés del otro lado del colchón, preparándose para ser brillantemente amable con nostras?.

Puede preguntarle primero si "usted quiere" hacer el amor, a lo que mimosamente una responderá que si, que si quiere. pregunta medio idiota si las hay, sobre todo si la cama es la de la habitación 137 de un telo.

- "¿Te gusta que te desvista yo o preferís desvestirte vos?".

Bueno, una puede dar su opinión, ya no tan mimosamente. Más bien apuradamente, si vamos al caso.

- "¿Y querés que te desvista despacito o que te arranque la ropa?".

Una piensa en algo que leyó una vez acerca de lo espontáneo del amor, pero...

- "¿Y a ver?. ¿La orejita?. ¿Te gusta que te bese la orejita?".

- ¡Ma si, plomazo, hacé lo que se te cante y dejame de preguntar!.

- "¡Pero como!. Yo quiero complacerte y vos..."

Gracias. Gracias. Gracias. Infinitas gracias. No sabés cuanto te lo agradezco. Y después de haberle contestado que si, que acá si quiero que me toqués, que acá más o menos, que acá no me gusta, que acá puede ser, que si quiero que me hablés, que no, que no me importa si gritás, que...

Que...

Que bueno. Que el bife de él ya está. Que el nuestro, todavia muge.

 

El Macho Cortés de novio:

Aquí no sólo sufre la novia. También la familia. Porque de tan metido, de tan solícito y de tan plomazo, refundirá la paciencia de cualquier otra mujer que habite la casa de su fiancée.

Que los bombones para la madre. Que el ramo de gardenias para la abuela. Que el marcapasos para la bisabuela. Que le da lo mismo cenar cualquier cosita, aunque luego manduque como un heliogábalo. Que antes de ir al cine con la piba (fila 40 detrás del extintor) invitará a toda la familia, para desconcierto de la novia y también -son otras épocas- de la familia.

Claro que todo tiene su lado positivo: de tanto rogar que la madre los acompañe en sus tertulias en el living y (¿por qué no?) en los franeleos de zaguán, para ser "amable", la madre optará por desaparecer de la casa cuando el mendelevio anuncie su llegada. Y los dejará solos, para bien de todos (salvo el de la novia, claro está). Que después, una vez casada, tendrá que soportar (cucharón en mano y frasquito de orégano en la otra) que el Cortés le pregunte:

- ¿Me dejás que te ayude, miamor?.

 

Lo Cortés No Quita Lo Pesado

Y una no es feminista. Y una no se despreocupa de las gentilezas varoniles. Y una agradece que se la trate dulcemente.

Pero si no nos dejan cocinar, no nos dejan abrir una cerradura, no nos dejan arrastrar el changuito de las compras, no nos dejan prendernos un faso, no nos dejan estirar en la cama, no nos dejan quedarnos paradas, no nos dejan cambiar un cuerito y no nos dejan apuntar correctamente la antena de la tele para que agarre Canal 2, ya no nos están tratando dulcemente. Nos están tratano de idiotas.

Y eso es algo que, por más reverencias que noshagan. no nos suena nada cortés.

 

Malena Freytas

 
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