La Guerra Fria

La Guerra Fria Contra Mí

 

Mientras me "entretenia" con los ensayos de la obra Doña Media Sombra, conseguí un trabajo temporal como periodista en un flamante matutino local denimonado DOS. Deduje inmediatamente que se trataba de un juego de palabras -y de competencia- con el famoso diario UNO de Entre Rios, pero luego me fue explicado que DOS hacía alusión a la cantidad de veces que apareceria por semana el nuevo órgano informativo. Al menos mientras "tuvieramos" anunciantes.

Acto seguido, fuí enviado a cubrir lo que el director llamó "La Guerra Fria".

Con poca modestia, expliqué a mi superior que se trataba de un equívoco.

"Si bien me encantaria viajar una vez más a Rusia o Estados Unidos -mentí alevosamente- la guerra terminó en la década del 80, con la desaparición de la Unión Soviética", le descargué con orgullo.

Pero la confusión era mía.

La guerra no era otra cosa que un altercado con rolitos -también llamados cubitos de hielo- en un asado en el popular barrio San Agustín, donde habia varios contusos culpa de los gélidos proyectiles.

Me hice presente con un fotógrafo del periódico -no diario- para relatar detalladamente el hecho, aunque encontré las cosas más en calma de lo que habia pensado en un primer momento.

Se trataba, concretamente, de un campeonato de metegol que habia levantado la temperatura entre los asistentes al asado, con la ayuda de algunos litros de tinto de cajita.

Cajitas de cartón, pero no de las que sirven de estuche a una botella.

Ciertas reglas del juego no estaban del todo claras y algunos integrantes carecian de toda "sobriedad" para establecer para qué lado debian dirigir la pelotita o cuál era su arco de descarga. Otros, directamente intentaban hacer extraños goles con un tenedor o una palita para las brasas, reboleando algún carboncito incandescente.

Intenté poner orden y de paso, participar de un improvisado equipo con algunos rejuntados y el fotógrafo, olvidándome por completo de algo parecido a una cobertura.

De todos modos, no me fue bien.

En primera instancia, la pelotita desapareció misteriosamente y fue usado un chorizo sobrante como único balón, por demás resbaladizo. Pero además, fui echado por abusar del clásico "molinete", causado por el exceso de giros de la barra o manija donde se calzan los temibles -y temidos por los dedos- jugadores de plomo.

Para sacarme de la locación, mis improvisados amigos utilizaron la misma evidencia que me llevó al lugar: una lluvia de rolitos, bautizada en el posterior artículo como "La Guerra Fria Contra Mí".

 

100 % Diego

 
 
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