Dinero cordial

Cierto amigo mío, empleado de un banco, me d¡jo que, hace algún tiempo, habia pasado por sus manos un cheque singular: venía de un fabricante de perfumes y como documento negociable resultaba una obra de arte, adornado de alamares y florecitas en colores pastel... e impregnado de persistente aroma.

Precediendo el nombre del beneficiario, el cheque decia: "Páguese al olor de". Y al citar la suma respectiva ponia: "Setenta y siete hermosos dólares". Hasta la fecha de emisión era el "radiante 17 de abril".

Aunque este caso pudiera considerarse como una exageración, creo que bien caben en los cheques las opiniones personales. ¿Por qué no?. Para la mayoria de nosotros, firmar un cheque constituye un choque emocional, así que nada se pierde si se le añade cierto sentimentalismo.

Por ejemplo, tal vez hallásemos algún alivio terapéutico en fechar el documento: "A 10 de un febrero aciago", poner "cincuenta y cinco reacios dólares" donde corresponde y añadir "al codicioso" frente al nombre del beneficiario.

Y si es para la hija que está en el internado, conviene aclarar en la línea correspondiente: "Cien y definitivamente últimos dólares".

Al pagar el alquiler al casero que ha venido cicateando en lo que hace a la calefacción, sería pertinente calificar: "Ciento veinticinco dólares congelados".

Un simple adverbio precediendo nuestra firma prestará vida al cheque más insignificante. Si no estamos seguros de disponer de fondos suficientes en el banco para hacerlo valer, sin duda la transacción resultará más interesante si antes de nuestro nombre escribimos: "esperanzadamente". O bien: "aprensivamente"... o incluso: "temerariamente".

 

Bill Vaughan - 1964

 
 
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