Boleado





2017.08.01

Bolea'o

 

¿Qué hace un argentino en los Territorios del Norte, cazando con los yapas sabiendo que no tiene ni tres gotas de indio pampa en sus venas?.

Pues intentar cazar la provisión de carne semanal con bumeranes y boleadoras.

¿Cómo pasó esto?. Fue una fanfarronada, como cuando el macho argentino quiere ¡y debe! enseñar a hacer bien un asado aunque sólo sepa los nombres de -hasta- 5 cortes de carne de res. Por los de ave sabe 4 de los 9 y con los de pescado, sus neuronas quedan boqueando (cabeza… cola… ).

Parte de una antigua cultura oriental ha definido esta actitud con una palabra desde hace siglos: kamikaze.

Yo, que no juego en la Liga Nacional de Básquet porque no atino al cesto de los papeles ni al contenedor de basura de 600 litros (incluso me salen movidas las fotocopias), no provocaria ni lástima con arco y flecha. Flecha que por alguna razón siempre agarraba por la punta afilada.

La jabalina me era más fácil agarrarla, por el medio, dado su tamaño y sólo me pinchaba el pie derecho de vez en cuando.

Con el búmeran... Ahí ya la cosa estuvo más manejable para mí. Después del séptimo ya no los perdí. Se rompian cuando me pegaban en un hombro o en la cadera, pero los recuperaba en el mismo dia de lanzamiento y casi dentro de los 10 minutos.

Igualmente acepté la invitación de uno de ellos para ir a cazar. Invitación que era a todas luces diplomática, de cortesia, por mera educación, pero la acepté como si cuatro mujeres de distinto pelaje y opulencia estuvieran invitándome a un bacanal: vamos ya y con lo puesto no más.

La cosa esta de salir a la batida tuvo su acción previa. Una especie de reunión informativa (¿congreso?) donde se puede "ver" con quienes uno va a salir de caza, lo que incluye un baqueano, un buscador de presa (no es rastreador, elige a la presa), un certero tirador (o lo que mejor se pueda) y los porteadores (2, porque no se necesitará más).

Los yapas son gente amistosa, no como algunos otros aborígenes que te saludaban, te abrazaban, te sobaban, te tiraban de las orejas y te comian luego de un hervor de 3 horas (a fuego medio).

Estos australianos son gente menuda y macanuda. Todo les viene bien para comer, aunque en porciones de aperitivo sin ser necesariamente apetitosas. ¿Será por eso la escasez de aborígenes gordos?.

Algunos son flacuchos, como los animales de la zona; casi ninguno puede competir en carne ni piel contra cualquier solitaria llama andina. Con las aves de esa fauna no armás 10 plumeros. Comer lagartijas 4 dias seguidos le desinflaria el ánimo hasta a Gandhi.

A la única iguana que vi, su dueño la llamaba Godzila.

El koala, que es un bicho al que podria acertarle a menos de seis pasos, esta gente casi nunca lo come. El cocodrilo menos lejano estaba a 574 km. al sur. Elefantes, en India. Tigres en Siberia. Pandas en China. Avestruces en Etiopia.

Entonces fuimos a cazar emús. Un ave muy parecida al ñandú y al avestruz en las fotos de National Geographic. En cuerpo presente fue como comparar la Santa Maria con cualquiera de los Iberia Cargo. Ese bichejo no vuela. El búmeran mismo presenta mucha más altura, incluso tirado por mí (decir "arrojado por mí" es ponerle una elegancia que jamás tuvo).

Yo, que jamás habia visto un emú fuera del rectángulo de la foto, me armé unas boleadoras que dejarian bizco a más de uno. Una cuerda preciosa, tres toscas (peñas) que parecian de la misma familia, como hechas a medida y por pedido. ¡Yo!, que ni siquiera me leí el Martín Fierro (tampoco vi la película).

Ya les iba a borrar su sonrisa sarcástica y perdonavidas a estos negros (tienen sol como para 370 dias al año).

El emú tiene la costumbre de correr como el correcaminos. Y como el correcaminos tiene el tamaño. Me sobraba boleadora con la sola cantidad de piedras. Ni hablar de la cantidad de cuerda que le puse; suficiente como para envolver las cuatro patas de un caballo al galope.

Con los canguros no me fue mejor. Simplemente usaron sus manitos para desenvolverse la boleadora mientras me miraban enojados y la dejaban caer al suelo. ¡Ni una segunda mirada le dedicaban!.

Como si fuera poco el golpe a mi orgullo, hubo uno que, luego de tirar la boleadora, fue a reunirse con otro canguro que le acarició el cuello y la cabeza. Estaban lejos, pero me pareció ver que antes de irse del lugar me miraron y sacaron la lengua.

De esa experiencia volví rojo, pero no de sol y lo que cacé no sobrecargó a los dos porteadores.

Lo cacé yo aunque ellos digan que aplastarlos cuando les caí encima (me tropecé con algo) no sea cazar.

 

100 % Diego

[2017-08-05]


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